A propósito de la muerte del sanguinario cabecilla de Sendero Luminoso, Abimael Guzmán, hay muchas voces que todavía hacen puchero cuando se trata de fustigar al demencial terrorismo. Las cosas por su nombre: esta lacra desangró al país durante 20 largos años, sembró el terror a diestra y siniestra, y deben encenderse todos los reflectores sobre quienes se gastan piropos con ella.
Cuánto quisiéramos que “muerto el perro, se acabó la rabia”, como reza el dicho popular, pero, precisamente, por la proliferación de “viudas” del “camarada Gonzalo”, resulta necesario estar alertas para que la ideología violentista no se filtre -por ejemplo- a dependencias del Estado con lobos disfrazados de corderos. Ya hemos visto que el Movadef no es la única careta que se pone la gavilla asesina de Guzmán Reinoso.
En esa línea, si quiere honrar la memoria de tantos peruanos victimados cruelmente, la actual gestión tiene que apartarse de cualquier sospecha de simpatía con el senderismo, como ocurre con el ministro de Trabajo, Iber Maraví, que ya está jugando de gratis en la PCM y se hace el valiente porque ostenta la confianza del presidente Pedro Castillo, a pesar de que el también controvertido premier Guido Bellido sugirió su remoción.
Jorge del Castillo afirma que “la afinidad del Gobierno con SL está probada” y, palabras más, palabras menos, la frase guarda sintonía con lo que se ha visto y denunciado en varios foros desde la confección del Gabinete, sumando al impresentable Héctor Béjar en Relaciones Exteriores. Que los tentáculos terroristas mueran con Abimael Guzmán debería ser la premisa del profesor chotano durante su permanencia en Palacio de Gobierno. ¡Terrorismo nunca más!