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Si Enrique Santos Discépolo, el famoso autor de “Cambalache”, “Yira Yira”, “Uno”, etc., viviera, con toda seguridad haría un nuevo tango con la vida pública de Yeni Vilcatoma; lástima que “Discepolín” murió en 1951.

Había sido fiscal y luego procuradora, y en este cargo grabó a su jefe, que era nada menos que el ministro, cuando le hacía propuestas deshonestas; luego hizo la denuncia y consiguió que la boten, y se convirtió en una “lideresa anticorrupción”.

Todo esto cuando Keiko armaba su lista de candidatos al Congreso, y quería caras nuevas. Entonces faltaba alguien identificado con la lucha anticorrupción, para aligerar la mochila, y surgió la idea de Vilcatoma, que gustosa se puso el kimono para llegar al ansiado Congreso.

Fue una utilización mutua: mientras una adecentaba la lista, la otra conseguía entrar al Parlamento y presidir la Comisión de Fiscalización.

Lo que no sabía Vilcatoma es que en el Congreso las leyes no se sacan por capricho o presión, menos haciendo sesiones en la mañana y en la tarde; porque se requiere tiempo, debate, invitación a expertos, etc., pero ella quería sacar su ley al carpetazo.

Entonces empezaron los desencuentros, que acabaron con su renuncia; ahora pierde la presidencia de la comisión y se queda, como dice el tango “Cuesta abajo”, como un paria que el destino se empeñó en deshacer…

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