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Cervantes fue la encarnación del humanismo satírico de Erasmo de Rotterdam en la España de la inquisición. Desafió al poder, en esos años de persecución antiislámica y antijudía, inventando al Cide Hamete Benengeli como autor musulmán del Quijote; ridiculizó a los nobles y a la autoridad. Bien pudo, también, flexibilizar y superar el rol asignado a los seres humanos por la forma de su cuerpo y por su nacimiento, pues al cabo, Cervantes fue, y sigue siendo, un ser inmensamente libre. Y su grandeza renacentista, y la del Quijote, fue reinventar el mundo. Esa, tal vez, sería su respuesta a la versión que algunos difundieron sobre su vida sexual, entre ellos, el gran Lope de Vega.

LA POLÉMICA.- Don Miguel 1547-1616), que alcanzaría la gloria total de los siglos gracias al Quijote (1605), no tuvo en vida el reconocimiento, la adulación o la fama que en ese mismo tiempo alcanzó Lope de Vega (1563-1636). Este, el Fénix de los Ingenios, con centenares de comedias y más de tres mil sonetos, fue el verdadero “best seller” de la sociedad y de la corte durante su existencia. En las calles, la gente lo aclamaba: “Creo en Lope de Vega todopoderoso, poeta del cielo y la tierra”, alimentando su desdeñoso engreimiento.

Frente a él, Cervantes, quince años mayor, era apenas un soldado con ansias de ver reconocidos sus servicios, pobre e ignorado por la corte, autor de algunas obras teatrales escasamente representadas y de la Galatea (1585), novela con la que esperó alcanzar un reconocimiento social que no logró. Entonces, él, que había intentado sin éxito ser poeta, debió confesar: “Yo que siempre trabajo y me desvelo/ por parecer que tengo de poeta/ la gracia que no quiso darme el cielo”. La victoria literaria y social era de Lope.

Porque aún no había llegado el año del Quijote (1605), la primera gran novela en español, con la cual el triunfo sería para Cervantes. Pero solo el de los siglos posteriores, pues en aquel entonces, los lectores celebraron el Quijote como una novela cómica sin vislumbrar su trascendencia ni el genio milenario de Cervantes, que fue ignorado por España hasta el siglo siguiente. Sin embargo, el ansia de reconocimiento social, su espíritu quijotesco, los celos o la envidia, lo enfrentaron con Lope en una áspera y poética disputa, un encuentro anticipado con los molinos de viento.

Cierto es que en su caso la crítica fue poética, porque rechazó las sabihondas e inacabables citas de escritores clásicos hechas por Lope, y refutó además que el teatro bajara de nivel para hacerse comprensible a la mayoría, sus instintos y emociones, como su rival hacía. Lope respondió “ser justo que, como el pueblo paga las piezas, se escribieran a su gusto”.

LA ACUSACIÓN.- Lope intervino con crueldad y hasta bajeza aludiendo al rumor sobre la homosexualidad de Cervantes en cartas públicas a sus amigos y, se cree, actuando tras el inexistente Alonso Fernández de Avellaneda, supuesto autor del “Quijote Apócrifo” o falsa segunda parte de la novela. En esta, publicada en la misma imprenta que editaba los dramas de Lope, aparece el Quijote como un “Desamorado caballero” con la siguiente y ubicua divisa: “Sus flechas saca cupido/ de las venas del Pirú/ a los hombres dando el cu/ a las damas dando el pido”. Una directa alusión a Cervantes que, en dos ocasiones, había solicitado a la corona un nombramiento en el Perú.

Pero Lope había lanzado la misma especie años antes, desde Toledo, escribiendo a un amigo: “Yo no sé de los, de li, ni lo/ yo no sé si eres, Cervantes, co ni cu/ orden fue del cielo que mancases en Corfú/ hablaste buey pero dijiste mu/… Y ese tu don Quijote baladí/ de culo en culo por el mundo va/ vendiendo especies y azafrán romí”.

Esta era una gravísima imputación en la España de la contrarreforma, donde el “pecado nefando” podía castigarse con la hoguera. Pero tenía su origen en la prisión de Cervantes por los árabes, entre 1575 y 1580, cuando el navío Sol que lo transportaba en el Mediterráneo fue abordado por piratas berberiscos comandados por Mami Arnauta (véase la alusión de Lope a las especies árabes y a Romi). Don Miguel, conducido a los Baños (prisión) de Argel, permaneció en condición de rehén o esclavo por cinco años. Y allí nació la versión sobre su homosexualidad, pues habiendo participado en cuatro fallidos intentos de fuga, no tuvo el horroroso castigo (empalamiento) que a otros tocó. Fue perdonado, según unos, por la expectativa de su rescate; según otros, por haberse incorporado al harem de Mami Arnauta.

Un rehén prisionero, el doctor Juan Blanco de Paz lanzó contra el “insidias”, “cosas viciosas y feas”, y Cervantes, de 32 años, se vio obligado a hacer una Información Escrita con el testimonio de doce soldados cautivos (12-X-1580) refutando las denuncias del Clérigo Blanco de Paz. Allí contraatacó, afirmando que este había traicionado su cuarto intento de fuga, recibiendo a cambio una moneda de oro y una jarra de manteca, la cual, según algunos autores, sería una velada alusión a la homosexualidad del clérigo.

Lo cierto es que, en la Segunda parte del Quijote (II, 63), el propio Cervantes expresa que “los turcos más estiman un muchacho o mancebo hermoso que una mujer por bellísima que sea”, y que ya en la primera parte de 1605 (I, 40), había dedicado largos capítulos al relato autobiográfico del Cautivo de Argel y a lo que ese soldado hizo con Hazán el Veneciano.

OTROS RUMORES.- A partir de entonces la leyenda se extendió, y fue alimentada por otros rumores e indicios: los misteriosos y solitarios viajes de Cervantes, sus estancias en Sevilla, la más mora de las ciudades españolas; su conocimiento de Nápoles, de gran libertad sexual; su amistad -a los 22 años- con el joven cardenal Giulio Acquaviva (1546-1574) que lo condujo a Roma como camarero. Además, su “matrimonio infeliz” y sin hijos con Catalina de Salazar, 20 años más joven, en cuya propiedad de Esquivias vivió, haciéndose acreedor al rumor de “mantenido”.

Además, el que las dos hermanas con las que vivió practicaran la vida cortesana en los “cuartos” alquilados por Cervantes en Valladolid, donde fueran llamadas despectivamente: “Las Cervantes”, en los documentos oficiales (proceso por la muerte de don Gastón de Ezpeleta, 1605). Finalmente, se relacionó el apellido Cervantes con su origen etimológico, “ciervo”, aludiendo al supuesto y aceptado adulterio de su esposa.

En el siglo XX, algunos autores estudiaron el rumor, sugiriendo encontrar la personalidad de Cervantes en el argumento de sus obras. (Véase: Jean Canavaggio -Vida y literatura, Cervantes en el Quijote; Daniel Eisenberg -La supuesta homosexualidad de Cervantes-; Rossa Rossi -Escuchar a Cervantes-; Louis Combet -Les incertitudes du désir-, etc). Se aduce que en el capítulo primero del Quijote aparece, cerca de este, un “joven de campo y paño” que fue después sustituido por Sancho. Se argumenta que la amistad entre dos hombres de vida y aventura comunes -la relación de Rinconete y Cortadillo o de Anselmo y Lotario- es un recurso repetido en sus novelas. Podría además añadirse episodios como el rechazo al encuentro sexual con la criada Maritornes en el lecho de la Venta, donde aquella puso en aprietos evasivos al Quijote. Además, que Dulcinea no se creó para ser amada sino para cumplir un requisito de su papel de caballero, etc., etc.

MÁS ALLÁ, LA GLORIA.- Lo cierto es que el rumor tiene cuatro siglos, aunque fuera soslayado por la crítica literaria y la devoción a Cervantes. Lope y otros lo lanzaron como un reproche vergonzante. Hoy ya no lo es, ni tiene sentido ignorarlo. Solo sería un detalle para enriquecer la comprensión de esa inmensa personalidad; una figura renacentista que, con la misma fuerza que los titanes de su tiempo como Miguel Ángel o Leonardo, intentó crear un nuevo mundo en esos siglos que descubrieron el planeta y la ciencia, pero reencontraron también la griega excelsitud del cuerpo humano.