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El tiempo de paz ha llegado. Los días de incertidumbre que hemos vivido en el país en las últimas semanas deben quedar atrás, pero no en el olvido, sino en un lugar de recordación permanente, como una advertencia de lo que la cultura del odio ha generado. La polarización de posiciones, el radicalismo y la falta de tolerancia han sido caldo de cultivo de situaciones extremas que estuvieron a punto de costarnos caro a todos los peruanos.Es momento de reflexión buscando la unión. El tiempo es propicio para acabar con los desencuentros y comenzar a construir una nueva identidad colectiva, una nación más fraterna y fuerte, capaz de oponerse a la corrupción y a todo lo malo que nos amenaza.Es el tiempo de la reconciliación con aquellos que se consideran o se han hecho nuestros enemigos. Démosle paso a la conversación, a la exposición de ideas y al compartir estrategias hacia una única finalidad: el bien común.Hagamos un esfuerzo individual para aceptar que no todos debemos pensar igual, que no todos vamos al mismo ritmo, pero pongámonos un objetivo común y que este sea hacer lo mejor que podamos desde donde estemos. A las nuevas generaciones dejemos como legado todo lo aprendido, sin dejar nada de lado, para que, en nuestro ejemplo, mejoren lo que hicimos mal y perfeccionen lo que está bien. Si algo hemos aprendido en estas últimas semanas es precisamente eso: que nos hemos equivocado mucho, pero que estamos a tiempo de corregirlo. Que esa sea nuestra reflexión de Navidad y fin de año. Que así sea.