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La encuesta publicada ayer por Perú 21 y Gestión da cuenta de que la aceptación del presidente Martín Vizcarra ha caído siete puntos, luego de una prolongada luna de miel entre Palacio de Gobierno y la calle, la cual llegó a su momento cúspide cuando el Mandatario fustigó a la inmunda corrupción conocida a través de los “CNM Audios” y pechó al Congreso para que ponga en marcha las reformas políticas y electorales anunciadas el 28 de julio último.

Hasta ahí todo caminó bien y dentro de lo previsto. Sin embargo, pasados los meses y tal como se venía advirtiendo desde diversos espacios que en muchas ocasiones eran tildados por los amigos palaciegos como “profujimoristas”, “proapristas” o de “antidemócratas”, “proanarquía” y “procaos”, la situación ha ido cambiando, pues la gente parece descubrir que no todo en el país eran las necesarias reformas que el jefe de Estado decidió encabezar.

Pasado el vendaval de los audios, con las reformas aprobadas y con el fujimorismo arrinconado por su descrédito, su fallida arrogancia del pasado y sus divisiones, los peruanos parecen reaccionar y decir: “Ok, todo estuvo muy bien y ya aplaudimos bastante; pero ahora queremos soluciones a los problemas del día a día”. Si el entorno del presidente Vizcarra creyó que la bonanza sería para siempre, era evidente que estaba en un gran error.

Quizá en Palacio de Gobierno no se dieron cuenta de que hay otros problemas muy urgentes que atender. Miremos nomás las imágenes de los atracos y de los asesinatos que todos los días nos muestran los medios. Un tema aparte es la demora en la reconstrucción del norte y los nuevos daños que este año ha producido la naturaleza ante la falta de previsión. Y ni qué decir del inoportuno viaje presidencial a Europa, durante momentos en que había zonas afectadas por huaicos y desbordes.

Nadie en su sano juicio puede desear que al Presidente y a su administración les vaya mal. Su éxito es el éxito del Perú. No obstante, hay mucho por hacer y no se está haciendo. Veamos el estado de los colegios ahora que empieza el año escolar, la situación de los hospitales públicos o las cifras de anemia. Esas situaciones tienen que ser atacadas. Si no es así, las encuestas seguirán mostrando cifras adversas, y eso no es bueno para el país ni para la gobernabilidad.