Cuesta creer que el partido que dominó durante décadas la política en Trujillo, de un modo prácticamente monopólico, no vaya a participar de una justa electoral como la que se desarrollará en ese año del bicentenario.
El Apra fue amo y señor de la alcaldía trujillana durante cuarenta años. Hasta el año 2006, elección tras elección, eran los apristas quienes llegaban a sentarse en el sillón municipal. Le llamaron a Trujillo, por ello, su bastión. Y no fue hasta que llegó César Acuña, con su maquinaria logística electoral, y ayudado por la crisis interna que ya se empezaba a gestar en el Apra, que el partido fundado por Haya de la Torre perdió una elección municipal en la ciudad que lo vio nacer.
Ahora, basta darse una vuelta por el local de la Casa del Pueblo del jirón Pizarro, en el centro de la ciudad, para ver que el partido sufre de anomia. El ambiente es mustio, desolado. Y no solo por la pandemia. Atrás quedaron las chácharas de sus pasillos, el debate en sus salas, el entusiasmo militante.
El Apra era antes una fiesta. Hoy es un cuerpo languideciente.
Es difícil encontrar liderazgos serios hoy desde su propia cuna. Algunos de esos prospectos de liderazgo se fueron, renunciaron al partido o simplemente se hicieron a un costado ante la crisis interminable. Por ejemplo, la lista congresal que había presentado en La Libertad no despertaba mayor entusiasmo por sus nombres. De modo que su no participación apenas se ha sentido. Se ha sentido, claro que sí, el nuevo golpe que significa para el Apra como partido. Pero la lista, en realidad, poco decía y poco favor le hacía a la representación de ese partido.
Será una elección distinta aquí en La Libertad sin el Apra. Pero la verdad es que el partido ya hace rato que muestra síntomas de crisis terminal. Y por ahora no se ven signos de recuperación.