Ahora que comenzamos otro mes y llegó el momento de mirar el bolsillo para saldar las cuentas y planchar las arrugas, las entidades públicas y privadas deben mostrar su rostro social con la mayor cantidad de gente damnificada y afectada por el desastre que está dejando “El Niño Costero”. Una mano al pecho y otra al bolsillo derecho, señores.

Algunas municipalidades han dado el ejemplo al ordenar a su servicio de administración tributaria darle chance a los usuarios para que puedan analizar sus finanzas y sus posibilidades de pago. Claro, sería el colmo que nos cobren por la limpieza pública de marzo cuando encima que las calles siguen sucias de polvo, lodo y agua, han sido los propios vecinos quienes han tomado el toro por las astas y, escoba y recogedor en mano, asearon sus cuadras.

De igual modo, no sería razonable cobrar por parques y jardines cuando los pocos pulmones que hay están más sucios que las conciencias de las autoridades que no gastaron su presupuesto en prevención. Tampoco vayan a cobrar por la hierba mala que crece.

Asimismo, las empresas prestadoras de servicio de agua y saneamiento deben exonerar el pago del mes por el desabastecimiento y por aguarle la vida a sus clientes, quienes tienen que comprar el líquido a los especuladores de las cisternas que, de paso, encarecieron su insumo.

Es más, si un astuto abogado se pone las pilas puede hasta demandar a las empresas de servicio de agua y saneamiento por no contar con un plan de contingencia y poner en riesgo la salud de las personas. ¿Algún Colegio de Abogados?

Sabemos que las municipalidades viven de sus recaudaciones, pero no cobrarles a quienes solo tienen agua y tierra en los bolsillos es una medida social que tampoco las hará pobres. Es más, la mayoría de las zonas afectadas por las lluvias pagan poco en tributos y deben tener cuidado de los vivos de siempre.

¿Por qué los bancos no hacen lo mismo y rescatan de la bancarrota a los pobladores en vez de ofrecer prórrogas de tres meses con intereses? Eso no es sensibilidad, eso es un aprovechamiento con pinta de ayuda humanitaria.