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Un estudio realizado el 2012 por la Agencia de Cooperación Internacional Japonesa (JICA) concluyó que en ese momento un 71% de limeños se trasladaba en transporte público. Este estudio también concluyó que solo un 15% de limeños usaba su propio automóvil. Al 2016, ese escenario sigue casi igual. En su informe anual, publicado a inicios de este año, el observatorio Lima Cómo Vamos señala que en la actualidad no más del 15.5% se moviliza en un vehículo privado.

Está claro que en Lima un porcentaje reducido de la población utiliza carro propio y la amplia mayoría usa buses, micros, coasters u otras formas de transporte. No es casualidad que el segundo problema que afecta la calidad de vida de los limeños es el transporte público y el 49% de la población lo considera como uno de los principales problemas de la ciudad (informe de Lima Cómo Vamos).

Lo anterior no es ninguna sorpresa. Todos sabemos que nuestro sistema de transporte público es ineficiente, peligroso y desfasado. En sencillo, una calamidad. Por eso es más difícil comprender a la Municipalidad de Lima cuando insiste en invertir millones en obras que benefician principalmente el uso de vehículos privados, dejando totalmente abandonado a ese gran sector que toma un micro todos los días. Conociendo la estadística, esta no parece una forma justa ni eficiente de asignar los recursos, ¿cierto?

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