Ayer el Apra celebró en Trujillo el natalicio de su fundador, Víctor Raúl Haya de la Torre. Fue el Día de la Fraternidad. Es otro año con una celebración opaca, deslucida, aunque hayan llegado personajes conocidos como Nidia Vílchez y Carla García (hija de Alan García). Quienes hemos vivido siempre en Trujillo sabemos de qué estamos hablando. Años atrás las celebraciones eran ruidosas, se sentía en las calles, palpitaba en las plazas. La ciudad era una fiesta y la estrella parecía omnipresente.

Por supuesto, hablamos de otros años en que el Apra gobernaba la ciudad y la región, años en que la estrella tenía a sus militantes en cada estamento del poder en el norte peruano, de manera esencial. Es verdad que César Acuña y su organización política rompió el dominio aprista, pero la verdad que Acuña encontró ya un partido dividido, muy golpeado desde adentro.

El deterioro, sin embargo, no solo se dio en Trujillo. En todo el país el Apra fue perdiendo fuerza y se fue quedando débil y famélica como organización. Perdió su mística. Lo perdió todo. Y el deterioro general empezó, curiosamente, con quien lo llevó al poder dos veces: Alan García.

El Apra quedó golpeada después del primer gobierno aprista. Estuvo prácticamente desahuciado hasta que volvió Alan García, aprovechando que sus culpas fueron olvidadas por la frágil memoria nacional. Las circunstancias lo favorecieron (compitió con un Humala que despertaba miedos) y volvió a la presidencia. Pero justo cuando volvía a Palacio el Apra perdía su gran bastión de Trujillo a manos de Acuña. A partir de ahí todo fue caída. Pese a las cifras económicas del segundo gobierno aprista, el partido perdió mucho. García murió de un modo trágico cuando la justicia lo alcanzaba y parece que eso terminó por dejar al Apra desorientado. Ayer solo el nombre de Haya de la Torre fue vitoreado en Trujillo.