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Los limeños han elegido ayer a Jorge Muñoz como el nuevo alcalde de Lima y es de esperarse que, desde el 1 de enero del 2019, el flamante burgomaestre se dedique a hacer frente a los grandes problemas que afectan a esta ciudad, especialmente los relacionados con la inseguridad en las calles, el agobiante tráfico vehicular, la informalidad en el transporte público y la construcción, la carencia de infraestructura, la contaminación y la tugurización de las zonas comerciales.

La nueva gestión edil de Lima Metropolitana debe significar un cambio radical respecto de lo visto durante los últimos ocho años, tanto en la administración de Susana Villarán como en la de Luis Castañeda, las que por su ineficiencia y el estar centradas en el cálculo político-electoral antes que en la gestión no han estado a la altura de las exigencias de una ciudad con severos problemas que castigan día a día a sus habitantes.

Los electores han dado las espaldas a los “delfines” de la señora Villarán como han sido Gustavo Guerra-García y Enrique Fernández, así como a Luis Castañeda Pardo, el hijo del actual burgomaestre. Ello es una muestra de que el alcalde Muñoz debe dar un giro y dedicarse a enfrentar los problemas sin cálculo político, sin perseguir el rédito de las ánforas. Debe buscar resultados al momento de enfrentar los problemas. Ese debe ser el norte de la nueva gestión.

Un aporte importante en la nueva administración edil debe ser la transparencia. No más un alcalde “mudo” que no dé la cara en momentos cruciales como El Niño costero o cada vez que uno de los burgomaestres distritales de su partido terminaba preso por corrupto; o una alcaldesa con mucho que esconder, al tener en su despacho un “cadáver” oculto como eran los aportes corruptos de Odebrecht para su campaña destinada a salvarse de la revocatoria en el 2013.

Muñoz tiene un arduo trabajo en la capital. Ha mostrado buenas credenciales tras su desempeño en Miraflores, pero Lima es otra cosa. Debe dejar de lado la política -en el mal sentido del término- y el sueño de ser presidente que han perseguido sin éxito todos los alcaldes capitalinos que lo han intentado, para ponerse a trabajar en alianza con el Gobierno, los burgomaestres distritales y los propios vecinos, que merecen mejores condiciones de vida en una ciudad olvidada, caótica y que agrede.