Conociendo que la vacuna Sinopharm está desnudando de manera incontrastable niveles de vulnerabilidad entre quienes habiéndola recibido -en Emiratos Árabes Unidos, Serbia, Hungría, Argentina, Bolivia, Perú y Venezuela-, se encuentran más expuestos a una mayor carga viral, o sea los médicos y el personal salud, en general, la denominada primera línea de batalla para combatir al COVID-19, las recomendaciones de los científicos es que se ha vuelto urgente que sean vacunados con una tercera dosis, pero esta vez del laboratorio Pfizer. En nuestro país, a la fecha, del personal que la ha recibido, han muerto 493 médicos y de éstos, 44 fallecieron habiendo colocado las dos dosis. Los estudios y los trabajos de campo han demostrado que algunas personas no han dado una respuesta satisfactoria de inmunidad suficiente, que en buen cristiano significa que no han conseguido la protección conforme lo esperado. Los galenos están alarmados pero sobre todo indignados porque conociendo nuestras autoridades al detalle sobre las falencias descubiertas en Sinopharm, hasta ahora no deciden nada. La vacuna china, aunque cuenta con un porcentaje de protección que llega al 79%, lo que no es poca cosa, lo cierto es que ha perdido credibilidad y parece que el gobierno del señor Sagasti, aún no decide la aplicación de una tercera dosis, esta vez, de Pfizer, únicamente por un tema político, en la errada idea de que decidirlo significa dejar sin piso a la empresa farmacéutica china pero peor aún, a la propia China, nuestro primer socio comercial que por estos días sigue celebrando el centenario de su partido comunista. Conociendo de los casos de muertes a pesar de hallarse vacunado y de que científicamente está demostrado que esta vacuna no ha podido responder eficazmente ante la aparición de variantes del COVID-19, sería un despropósito total que siguiéramos manteniendo en una completa incertidumbre a quien están dando su vida por los demás. Decidan cuanto antes como se ha hecho en otros países.

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