Seguiré con la misma cantaleta. Si todo este drama es producto de los radicales, es decir, del enfrentamiento entre extremos ideológicos, no son ellos los que lo van a resolver. A ellos, nadie (la mayoría) los quería en el gobierno, pero entre ellos tuvo que dirimirse porque esas son las reglas de juego de nuestra imperfecta democracia.
En consecuencia, esto no demora mucho en resolverse. No puede y no debe demorar porque cada día que pasa la economía irá de caída, la inversión privada paralizada y la pobreza en aumento. El gobierno no genera riqueza, distribuye riqueza o distribuye pobreza. Mientras el gobierno de Pedro Castillo no rectifique y envíe señales claras del rumbo que tomará la nueva administración, la oposición aumentará la presión buscando el cambio de políticas o el cambio de gobernantes.
Finalmente, todo parece que terminará resolviéndose poniendo en práctica estas dos acciones: cerrar el congreso o vacar al presidente. Un gabinete con esos integrantes es insostenible, por más que algunos pretendan lavarle la cara. Lo importante es que uno de esos extremos ya dejó de ser una opción, falta el siguiente, el actual que, a mi modo de ver, es más fácil de sacárselo de encima. Ahora es el turno de todo el electorado que no votó por Castillo y los prosenderistas en la primera vuelta.
El porcentaje de Fujimori se suma a los centro-moderados. Con ese apoyo el Congreso no tendrá mayor dificultad para vacar a Castillo antes de que este los disuelva, convocar a nuevas elecciones y ofrecernos una nueva oportunidad de elegir. Total, ya tantas vacancias hemos tenido que una más ni remordimiento nos causará. Así como cualquiera le ganaba a Keiko, cualquier otra opción de gobierno será mejor que la de Pedro Castillo.