La presencia del expresidente boliviano Evo Morales en el Perú ha generado un capítulo más de crispaciones políticas. Pese a que su visita no es para cumplir actividades oficiales, se le asignó seguridad policial como a cualquier dignatario de nuestro país. Sin embargo, lo más grave es que se está involucrando en temas políticos que solo atañen a los peruanos. Por ejemplo, en una reunión sindical dijo que “la mejor forma de cambiar la política es la Asamblea Constituyente”. Además dio consejos para neutralizar a la oposición y cambiar el modelo económico. Es evidente que llegó para interferir en asuntos internos y por eso ha producido rechazo en gran parte de la clase política y la ciudadanía.

Por otro lado, goza del aplauso, el beneplácito, la docilidad y el servilismo de los congresistas de Perú Libre y buena parte del Gobierno. Por ello, Evo Morales, quien gobernó 14 años en Bolivia a punta de reelecciones, se pasea por el Perú con su prédica incendiaria contra la libertad de mercado y la empresa privada como motor de crecimiento. Al final, todo esto se traducirá en inestabilidad política y económica en el Perú y más crisis. Lo único que hace el expresidente boliviano es marcar una ruta que desalienta las inversiones y posterga el desarrollo de las potencialidades del país.