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Un 3 de agosto como hoy, hace 198 años, el generalísimo don José de San Martín expidió el decreto que creó al Ministerio de Relaciones Exteriores como plataforma del Estado encargada de solventar nuestros intereses en el frente externo. Desde entonces, los responsables de llevar adelante esta tarea han sido los diplomáticos y el valioso personal administrativo de la Cancillería, quienes en conjunto vienen dando cumplimiento a las disposiciones del canciller de turno, conforme las directrices del presidente de la República. No existe diplomacia hacia afuera que no se haga para proyectar los intereses del Estado internacionalmente. Así lo enseñó Carlos García Bedoya, canciller del Perú (1979) y el más ilustre exponente de las Relaciones Internacionales del Perú, al referir que la política exterior no era otra cosa que la proyección externa de los intereses nacionales. Nuestra diplomacia fue fracturada con el cese de 117 funcionarios del Servicio en 1992, frustrando sus proyectos de vida profesional y personalmente con acarreo inevitable en sus familias en el tamaño de dramático. Vuelto el país a la democracia, en el año 2000, sucesivamente todos fueron con justicia reincorporados, restituyéndose sus plenos derechos que computó para todos los efectos a su favor -de ascenso, laborales, etc.- los años que estuvieron marginados. Desde entonces los encomiables esfuerzos para lograr la plena integración del SDR son enormes; sin embargo, aparece a la vista un castillo de naipes que podría tirarse abajo todo lo avanzado. Ahora, en el crepúsculo de sus vidas, no es posible que pasen al retiro sin que sean reconocidos los pagos de compensación por tiempo de servicios (CTS) del lapso de su cese. Eso es jurídicamente un abuso del derecho y políticamente crea una bomba de tiempo, propia de una gestión administrativa torretaglina intermedia del cangrejo. El canciller Popolizio debe corregirlo. La unidad del Servicio es una prioridad para crear las condiciones básicas para las acciones de nuestra política exterior conforme las directivas presidenciales. Ha costado muchísimo curar las heridas, siendo testigo en ese largo camino hasta de ver partir a algunos diplomáticos sin conseguir la añorada total unidad que hoy sus miembros invocan. 

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