La frase mítica “Divide y vencerás” que la historia atañe a Julio Cesar, nos pone en sintonía con lo que podría pasar frente a un nuevo gobierno que inicia -en la mayor de las incertidumbres-, la conducción de nuestro país. Partidos políticos, organizaciones sociales, gremios, sindicatos, academia y ciudadanos en general haríamos bien en revertir el significado de esa frase y reconvertirlo a “la unión hace la fuerza”.

La llegada del presidente del Bicentenario, ocurre sin olor a multitud. El gobierno que asumirá este 28 de julio, deberá tener muy claro que recibe un país polarizado, dividido, pero que deberá gobernar, de manera responsable y realista, para todos por igual. Muchos, no comulgamos con ideologías extremistas, marxistas ni comunistas.

En pleno siglo XXI, queda demostrado que el comunismo es un arma dictatorial para someter la voluntad y libertad de los ciudadanos, empobrecerlos y quitarles sus derechos fundamentales. No en vano el grito de “libertad” de los cubanos que resonó el 11 de julio, nos trajo a la realidad y, más aun, recordando lo dicho en 1962 por Fidel Castro, con mucha soberbia: “convertiremos a Cuba en el país más próspero de América; …porque, mientras las grandes potencias tienen que invertir un porcentaje inmenso de sus energías en fabricar armas, nosotros lo vamos a invertir todo en producir riquezas, en hacer escuelas, en establecer industrias..”.

Pero, lo que Fidel Castro no tuvo en cuenta entonces (y que es necesario recordar para que nadie pretenda, ni por asomo, replicar) fue que la falta de respeto a los derechos y libertades fundamentales, no solo apagaron el brillo, el entusiasmo y la creatividad de todo un pueblo, sino que, además, lo hundieron en la pobreza y en la desesperanza que 60 años después, parece iniciar un proceso de involución. Como decía Bert Hellinger, la vida te envía rayos y tormentas para despertar; te humilla y a veces te derrota, de nuevo y de nuevo, hasta que decidas dejar que tu ego muera; te niega bienes y grandeza, hasta que dejes de querer bienes y grandeza y comiences a servir.

Que, al inicio del bicentenario, el Perú nos deje una inmemorable lección: que seamos capaces de poner de lado toda soberbia, extremismos, y escuchemos nuestro corazón: Que la ilusión de nuestros 200 años nos permita servir con honestidad, tender puentes, generar diálogos, respetar los derechos y libertades de todos, sin abandonar ningún esfuerzo (aunque nos equivoquemos una y otra vez) y poder construir, unidos, el sueño de un país mejor.