Esta semana que termina ha estado marcada por las densas nubes que se han puesto encima del proceso de vacunación de los peruanos contra el COVID-19. Y no me refiero solo a la lentitud de un proceso de inoculación que ya venía demorado desde la gestión del vacado Martín Vizcarra, quien no compró a tiempo las dosis, sino también por las dudas que hay respecto a la inmunización de la excanciller Elizabeth Astete, una de las protagonistas de “vacunagate”.

Por un lado, la lentitud en la llegada de las vacunas se torna desesperante. Nos ofrecieron determinado lote de dosis para el primer trimestre, pero estas no llegarán, tal como informamos en este diario hace unos días. De otro lado, hay miles los adultos mayores de 80 años que aún no son inmunizados. El desorden es muy grande y habrá que ver si con la intervención de las clínicas privadas en el proceso, esta situación logra ser solucionada.

Sin embargo, el problema no es solo la lenta llegada de vacunas y el desordenado proceso de inoculación que las dosis que ya han arribado al Perú. No olvidemos el hecho que la excanciller ha reiterado ante el Congreso que se inmunizó en enero último con la anuencia del presidente Francisco Sagasti, pese a que Palacio de Gobierno y la premier Violeta Bermúdez niegan de plano la versión de la diplomática. ¿Quién dice la verdad?

Llama la atención que el mandatario se haya negado a acudir al Congreso a aclarar estos hechos de forma contundente. ¿Por qué hacerse a un costado? Si la embajadora Astete miente, ¿por qué no dejarla en evidencia? Hay dudas que no han sido despejadas y el Poder Ejecutivo debería tomar el toro por las astas y despejar -si es que puede-, las nubes negras que se acumulan hoy sobre la credibilidad del mandatario y su jefa de gabinete ministerial.

Luego de un año con miles de muertos, ausencia de camas UCI, escases de oxígeno, corrupción en la compra de equipos de protección, de un presidente como Vizcarra que junto a su familia se vacunó a escondidas y de una economía colapsada, lo mínimo que merecíamos los peruanos era un proceso de inmunización eficiente, oportuno y limpio. Sin embargo, hay cualquier cosa menos eso, mientras la segunda ola va en aumento y ya habla de una tercera.