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El presidente Martín Vizcarra jamás imaginó que al disolver el Congreso el 30 de setiembre último, y pasar a gobernar sin oposición y con total libertad, iba a quedar en evidencia su mal manejo de las riendas del país, lo cual ha quedado muy claro con la caída de tres ministros sin necesidad de que el Congreso los interpele ni censure, pues los tres personajes se han tenido que ir a su casa por disparos a los pies dados por el propio Ejecutivo al elegirlos.

Desde el día en que se disolvió el Congreso de mayoría fujimorista, siempre acusado de obstruccionista y saboteador, han tenido que renunciar el ministro de Desarrollo e Inclusión Social, Jorge Meléndez; Zulema Tomás, titular de Salud; y ayer ha caído Francisco Petrozzi luego de querer meter la mano en el manejo de la televisora estatal. ¿Se los tumbaron los fujimoristas? No. ¿Los apristas les metieron zancadilla? Tampoco. ¿Fueron “los Avengers” de Kenji Fujimori? Menos.

Ojo, para nada estoy defendiendo al impresentable Congreso que ya no existe y que ojalá nunca más se repita algo similar. Creo que nadie en su sano juicio podría sacar cara por Héctor Becerril, Yonhy Lescano, Yesenia Ponce, María Elena Foronda, Edwin Donayre, Esther Saavedra u otros de triste recordación. Sin embargo, la caída de tres ministros en dos meses trae abajo la idea que vendió el presidente Vizcarra en el sentido de que era necesario disolver el Legislativo para poder hacer las cosas bien.

Meléndez se tuvo que ir por gestionar un puesto de trabajo en el Congreso para la madre de su hijo mientras era legislador. La doctora Tomás renunció por una situación similar con algunos de sus familiares. Y a Petrozzi no le valió ni el quiebre de la voz para permanecer en el gabinete luego de haber echado a Hugo Coya. Queda por verse por qué el Presidente lo bota si él también había firmado la salida del periodista y escritor de Canal 7. ¿Lavada de manos?

El presidente Vizcarra y su premier Vicente Zeballos están corriendo solos en la cancha, sin jugadores rivales ni alguien que los marque y, aun así, solos se hacen autogoles desde la media cancha. No hace falta la censura de los fujimoristas y apristas para tumbarse a los ministros, pues ellos caen solos, tal como va quedando demostrado. Mientras tanto, los problemas de fondo que castigan a los peruanos son dejados de lado. Así estamos.