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Nicolás Maduro actúa insensiblemente al impedir que la ayuda humanitaria llegue a los miles de venezolanos que la esperan con desesperación. Le va a ir muy mal porque la animadversión ciudadana, que ya es mayoritaria, terminará siendo abrumadora. El derecho internacional regula la ayuda humanitaria que cae en la esfera de los derechos humanos básicos, a los que nadie puede ni debe sustraer. Maduro está cometiendo un delito de lesa civilización, como se llamaba en el desarrollo del sistema normativo internacional del siglo XIX a estas improntas con las poblaciones más vulnerables. Después de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), los Convenios de Ginebra de 1949 sobre el derecho internacional humanitario se volvieron trascendentes en la esfera de los derechos fundamentales de la persona humana, que no podían ser objeto de negociaciones ni de oposiciones al existir un núcleo duro de derechos. Maduro ha trancado los accesos de la ayuda internacional solamente porque es canalizada por Juan Guaidó y los EE.UU. Un completo despropósito que realmente acrecienta el desdén hacia el dictador chavista. Se calcula que unas 300,000 personas son las que dejan de beneficiarse de la ayuda extranjera por una actitud malsana que confirma la indiferencia de la dictadura más allá de las diferencias políticas con la oposición venezolana y la ayuda de algunos países. No creo que Maduro prolongue por mucho tiempo este absurdo impedimento. Los mismos que hoy lo siguen defendiendo pronto van a terminar volviéndose contra él porque la frustración de que no llegue comida y medicinas a quienes más lo necesitan remecerá a aquellos militares que están descubriendo las verdaderas intenciones de Nicolás Maduro, a quien realmente no le interesa la vida de su pueblo. Si la estrategia de Guaidó era que el pueblo venezolano desdeñe a Maduro por su cantada oposición a la entrega de la ayuda de otros países, pues lo está logrando con creces. Pero esta situación será insostenible y va a desembalsar en cualquier momento. Hay mucho descontento y ahora mucha desilusión que se traducen en hartazgo. Maduro está cavando, poco a poco, su propia tumba.