El caso de las dos fiscales que se reunieron con el expresidente Martín Vizcarra vuelve a echar sombras al desempeño de éste cuando era Jefe de Estado. Además deja en tela de juicio la independencia del Ministerio Público. Sin embargo, lo peor de este nuevo escándalo es que se acentúa el desencanto de la gente por sus instituciones.

La reacción de Vizcarra ha continuado la lógica de afrontar esta situación sin ruborizarse. Hasta cierto punto, parece tener el mundo aparte que le concede su autoestima, construida a partir de versiones que solo él cree.

En tanto, la fiscal de la Nación, Zoraida Ávalos, dispuso la remoción de las fiscales Sandra Castro y Rocío Sánchez del caso “Los cuellos blancos del Puerto”, cuyas investigaciones, lamentablemente, tendrán ahora una arista controversial. Es evidente, que los principales denunciados aprovecharán la coyuntura para decir que esto se ha politizado y asistiremos a una confrontación de dudosa utilidad para encontrar la justicia. Esperemos que la relación de las dos fiscales con el expresidente Vizcarra no contamine el proceso de “Los cuellos blancos del puerto” y no signifique cierto favoritismo hacia el ahora candidato al Congreso. Lo más importante es que se pueda llegar a encontrar la verdad de esta historia de presunta corrupción en el Poder Judicial.

Los órganos de justicia en nuestro país deberán demostrar que además de decir que luchan contra los corruptos, son capaces de hacerlo.