En la Amazonía nos podemos sentir bastante incómodos. La temperatura en Madre de Dios podía alcanzar los 35 °C y la humedad podía acercarse a la de Lima. Te sugieren usar manga larga pensando que una capa de tela podría servir de barrera contra picaduras de mosquitos. Así que por más que sientas calor, la sugerencia será que te cubras. El monte, por más que vaya uno guiado por alguien que sabe, te hace sentir que estás en medio de la nada, ignorante e indefenso, rodeado de peligros. Quien te abre camino debe advertirte que por esta zona hay bastantes serpientes, y que ha visto muchas que cuelgan de ramas de árboles, que se mimetizan y no las notas, o que tengas cuidado porque puedes pisar alguna. Intentas pensar que tendrías demasiada mala suerte de ser uno de esos casos terribles de visitantes que sufren una mordida. Las telas de araña a veces atraviesan de lado a lado el camino, así que si les tienes miedo, abstenerse o cubrirse (más), y están una mayor variedad de insectos de tamaños imposibles, que hacen que apoyarte en una rama de árbol sea cuestionable, o no usar las sugeridas botas sea impensable. 

LA OSCURIDAD. Luego están la variedad de sonidos, que te hacen fantasear con la cercanía de animales de dimensiones que no puedes adivinar. Todos los movimientos alrededor son aterradores si es de noche. Tuvimos suerte por un lado porque hubo luna llena, así que no había oscuridad completa; pero por otro lado no sentimos LA noche como la hubiésemos querido: un escenario negro, de sonidos, de sensaciones, de misterio.Empiezo describiendo la incomodidad que sentimos en este espacio para compartirles lo más importante, y es que nos sentimos extraños porque de la Amazonía conocemos muy poco, y lo que no conocemos nos asusta. Nos da miedo, e imaginamos lo que podría existir en esta espesura de selva más allá de lo que podemos ver, detrás de esos enormes árboles, o escondido entre la cantidad de verde, que a veces pareciera que es monótono. No existe monotonía en esta selva. Es pura diversidad. 

EL RESPETO POR LA NATURALEZA. Un guía local va adelante y nos muestra cada minuto el valor de una planta distinta. Esta tiene efectos medicinales, pero no la infusionas por mucho tiempo sino que solo la sumerges en agua caliente cinco segundos, o algo así, y te la tomas tres veces al día. Esta otra la infusionas por largo tiempo, cinco horas más o menos, haces un concentrado que sabe amargo y la tomas solo una vez. Esta resina de árbol purga, solo se toman gotas, y es muy efectiva para eliminar parásitos intestinales. Y así, cientos más de plantas con indicaciones de cómo aprovecharlas. Lo interesante es que ninguno de estos métodos hace que el recurso se extraiga del bosque. Aprendimos que las comunidades se vinculan a esta naturaleza reconociendo que cada uno cumple una función en este espacio, y que es necesario. Cuánto nos falta entender, qué diría el líder de esta comunidad que existió en este territorio hace cientos de años sobre los árboles que se talan por su madera, o la minería informal que contamina los ríos.Una de las actividades consiste en tomar un bote y remar en una cocha que discurre en paralelo al río. Tres nutrias asoman las cabezas y desde ese momento no se detuvo el desfile de especies: aves, roedores, más insectos, reptiles, etc. Hay un proyecto que consiste en criar gamitanas, otro en criar churos; en resumidas cuentas, en encontrar recursos sostenibles. Admirable es ese esfuerzo, en obviar el pasado, lo negativo, lo que sucede que puede frustrar, y ejecutar acciones que sin duda generarán cambios, que impactarán positivamente en la gente, que prometen un mejor futuro y que preservan estos bosques que asustan, los que recién empezamos a conocer.