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De la elección de los ministros del primer gabinete de Martín Vizcarra dependerá gran parte del futuro de esta imprevista gestión. El exgobernador de Moquegua está imposibilitado de ser un Paniagua II, pues la atmósfera hoy es diferente a la de esos tiempos, pero hay algunos elementos comunes. Paniagua, por ejemplo, no tuvo ningún problema en asegurar el buen manejo de la economía colocando el MEF bajo las manos ortodoxas de Javier Silva Ruete. Fue una decisión meramente técnica. Si hoy Vizcarra busca eficiencia y, sobre todo, salir del marasmo de la parálisis, reimpulsar las inversiones y volver al equilibrio fiscal, la opción de Elmer Cuba no debe ser en absoluto desdeñada. Ciertamente, una elección de este tipo traerá problemas, saldrán los áulicos a rechazar al economista vinculado al fujimorismo, pero es precisamente esta cercanía la que le abre al gobernante nuevos puentes y posibilidades. ¿Qué tiene para ofrecerle la izquierda a Vizcarra? ¿Marchas? ¿Discursos antiindultos? ¿Respaldos a la CIDH? La realpolitik tiene que llevar al exvicepresidente a buscar que sus objetivos, o sea, salud, educación, seguridad ciudadana, reconstrucción, etc., tengan el camino allanado en el Legislativo, y para eso no hay nada mejor que el nexo pragmático y utilitario que le da el fujimorismo keikista, el gran gestor de su designación. Ningunear el peso parlamentario de Fuerza Popular o ignorarlo tácticamente es abrirle innecesariamente las puertas al roce intrascendente o al abismo de la confrontación.