Está cantado que Martín Vizcarra será, luego del 28 de julio de 2021, otro expresidente de la República que enfrentará cargos con amenazas punitivas. Desde ya, el caso Richard “Swing” Cisneros le está sacando canas verdes y la Fiscalía sigue empapelándolo, desatando que vaya in crescendo la sospecha de que habrá una pesada factura para el mandatario por el supuesto patrocinio al cantante y motivador de marras.

Y, entonces, la pregunta del papa Francisco a los obispos, cuando estuvo en Lima en 2018 (“¿Qué pasa en Perú que todos los presidentes van presos?”), podría tener mayor asidero, sin que con esto pretendamos decir que Vizcarra Cornejo es candidato fijo a prisión, máxime si él se muestra seguro de que todo tuvo un flujo correcto y desea responder ya mismo las interrogantes del Ministerio Público. La portada de ayer de El Comercio fue bien fuerte, aunque alude otro problema.

De momento, la galería de los últimos presidentes, de Alberto Fujimori en adelante, a excepción de Valentín Paniagua, está volteada, mirando hacia la pared, aunque algunos -pese a las evidencias- siguen moviendo cielo y tierra para zafarse de las investigaciones, sobre todo aquellos que tuvieron el cuajo de recibir coimas de la empresa corrupta Odebrecht, cuya especialidad no es la alta construcción sino romper la mano.

El temor que inunda a muchos connacionales es que se acercan las elecciones generales 2021 y sobran candidatos de toda laya, pero ninguno que descolle con ideas o propuestas que nos inviten a pensar que el Bicentenario llegará con la profilaxis política bajo el brazo. El beneficio de la duda está ahí porque, por ejemplo, Hernando de Soto tiene buen rollo, no obstante falta conocer su feedback con la población y con quiénes finalmente se rodea.