Pese a las múltiples declaraciones del presidente Martín Vizcarra descartando cualquier interés de continuar en el máximo cargo de la Nación más allá de julio del 2021, a propósito de la crisis por la pandemia del coronavirus, se asomaba una sensación inquietante de que ante la emergencia todo podía pasar. Evidentemente, esto último impulsado por sus enemigos políticos.

El Jefe de Estado hizo ayer una apuesta firme de criterio al reiterar que no será candidato a la presidencia de la República el próximo año y que a pesar de las dificultades se realizarán las elecciones generales. Si algunos notaron valor y audacia en sus decisiones, que le generó una considerable popularidad en algún momento, ahora hace gala de ponderación y responsabilidad para enfrentar los embates del futuro. Es que cualquier aventura electoral significará que su foco de atención se desvíe. Otros temas serán su prioridad y así se desestabilizará la lucha contra el letal virus y significará colocar al Gobierno en un estado próximo a la inoperancia frente a los peligros que acechan a la salud de los peruanos.

Además, concentrarse en una candidatura para las próximas elecciones no tiene el menos sentido, ni en este momento ni en otro, pues esta de plano sería ilegal por donde se mire.