A menos de un mes de las elecciones, ya todos deberíamos de tener una idea relativamente clara de por quién vamos a votar. Sin embargo, a juzgar por las encuestas más recientes, estamos todavía lejos de eso. Alrededor del 20% de peruanos no escoge a ningún candidato presidencial, y más del 35% no escoge a nadie para el Congreso.

Las siguientes semanas serán cruciales porque muchísimos peruanos terminarán de definir su voto. Hay una serie de criterios según los cuales juzgar a nuestros potenciales candidatos preferidos. El principal suele ser la medida en la que un candidato representa los intereses de cada uno. Si soy ambientalista le daré mi voto a uno que defienda una propuesta medioambiental sólida. Si tengo un familiar que ha estado gravemente enfermo, probablemente apoye a un candidato con una propuesta seria para el sistema de salud. Así, hay muchísimas perspectivas desde las cuales hacer una decisión electoral. Dicho eso, creo que hay un criterio que debe aplicar para todos los postulantes (ya sea a la presidencia, al Congreso o al Parlamento Andino) y, en consecuencia, debe estar presente en la mente de todos los electores.

Me refiero al nivel de conocimiento de historia del Perú que cualquier aspirante a un cargo público debe tener. Cualquier candidato debería tener un profundo conocimiento de la historia política del Perú de los últimos 50 años, a partir del cual sabrán evaluar qué políticas públicas dieron buen resultado y cuáles fueron nefastas, generando hiperinflación, enormes bolsones de pobreza y descontento general. En un país sin memoria (o con memoria selectiva) es esencial que quienes tienen la tarea de gobernar tengan un entendimiento amplio y objetivo de lo que las últimas décadas significaron para el Perú. De lo contrario, estaremos condenados a cometer los mismos errores nuevamente. No podemos aprender del pasado si primero no lo conocemos bien. Recordemos eso a la hora de votar.