Votar en blanco es no votar. Lo prefieren generalmente los que no suelen enfrentar los problemas en la vida, porque siempre están acostumbrados a evadirlos. Votar en blanco no es ser neutral ni ecléctico sino, en cambio, es tomar partido por la incertidumbre. Votar en blanco aunque jurídicamente es aceptado, legítimamente es censurado.

Aunque los destinos de los grupos o pueblos jamás se deciden sin tomar partido, en el fondo al votar en blanco se prefiere una de las opciones, siempre en beneficio del que va primero o adelante. En las horas de aciago de una nación, votar en blanco es irresponsable, y las consecuencias por así hacerlo, siempre serán imputadas a la indefinición manifiesta. Votar en blanco en ese marco, es una expresión del que defiende el confort y el statu quo, propio de los mediocres y ajeno a la perseverancia y hasta el riesgo, propio de los valientes.

Votar en blanco es democrático y esta realidad confirma que la democracia sea imperfecta. Votar en blanco no es lo esperado y no es ejemplo cívico como legado. Los que lo hacen solo contribuyen a promover la generación de los indecisos, inseguros, timoratos e inconformes, y hasta poniendo al hombre en el umbral de las malicias como el arribismo.

El que no vota en blanco tiene convicciones y hasta puede errar, pero por sus definiciones nunca será un fracasado porque cree en lo que piensa y en lo que dice y en lo que hace. En cambio, votar en blanco es no hacer nada y la nada es el vacío pero también la oscuridad casi como las tinieblas. La tragedia ciudadana es despreciar nuestro derecho de votar y el delito cívico es faltar a nuestro deber de votar. Los pueblos cuyas gentes votan en blanco o no votan, casi siempre viven arrepentidos por sus consecuencias.

Los que votan en blanco creyéndose liberados de no tomar partido, en realidad siempre lo hacen y serán los más criticados y sin poder desprenderse de su cuitas. Votar en blanco es jugar con el destino de un país y de éste con el de sus futuras generaciones, que siempre serán los niños, los más vulnerables, y con los años, los verdaderos e implacables jueces.