Es perfectamente válido pedirle al elector que “venda caro su voto” como lo han sugerido algunos analistas y periodistas. Es la exigencia que debe existir siempre entre el elector y el aspirante a ser elegido, más en una coyuntura como la actual en la que el país respira los efluvios de la muerte en cada esquina.

En ese escenario, el próximo gobierno debe ofrecerle al elector una ruta clara sobre cómo avanzar hacia un camino que nos aleje de la enorme confusión que reina hoy en día y la soberana ineptitud que el régimen de Francisco Sagasta exhibe, casi con las mismas falencias que mostró en su momento el deplorable Martín Vizcarra. ¿Notan alguna diferencia en el trío Vizcarra-Martos-Mazzetti con el de Sagasti-Bermúdez-Ugarte? ¿No es acaso que asistimos al mismo festival de inaniciones, falta de oxígeno, camas UCI y mala gestión con las vacunas? ¿No es aterradora la continuidad de esta pesadilla?

A estas alturas, ante la interminable voluntad por persistir en los errores, solo cabe la resignación y desear con ansias desmedidas que el 28 de julio asome con una oferta renovadora y eficaz.

Por eso, votaré por el partido que ofrezca un país vacunado para el último día de 2021, por el que tenga un plan articulado y coherente para proveer de plantas de oxígeno en los distritos y provincias del país más afectados por la pandemia, por el que implemente lo más urgentemente posible el primer nivel de atención y que evite que las camas UCI sean tan requeridas como escasas.

El que rastree el virus con enormes cantidades de pruebas moleculares e identifique las rutas de sus variantes con una estricta vigilancia genómica. Por el que gestione con firmeza y ambición la mayor cantidad de vacunas y acelere los procedimientos para que lleguen al país sin el propio sabotaje de las instituciones del Estado.

Por el que ofrezca un plan de vacunación serio y bien elaborado, en el que nuestros adultos mayores no sufran maltratos y en el que exista un mínimo de orden, disciplina y organización. El que no tenga temor de convocar al sector privado para que otorgue la dosis de eficacia que tan elocuentemente ha faltado por absurdos complejos políticos. El plan contra el COVID-19 es el de la salvación, no hay otro y debe ser el elemento decisivo para la segunda vuelta.