Todo comenzó como jugando, por una tontería. Al asesor y multicargos del Gobierno Regional de Piura se le fue la boca (o los dedos) en el chat. En la tensa madrugada del 27 de marzo, pedía romper el dique del Bajo Piura (e inundar caseríos de Catacaos) como solución al desborde del río Piura sobre la ciudad, para ser más precisos, el lugar desde donde escribía, las nuevas urbanizaciones al lado del río donde vive. 

Alguna alma vengativa o justiciera filtró el chat, y lo que a partir de allí hemos visto es una bola de nieve. Que dicen que no dijo lo que dijo, pero lo cierto es que el texto del chat no necesita interpretaciones. Y si técnicamente fuera posible o no esa “solución”, tampoco importa; total, no sucedió. El río se salió donde tenía que hacerlo por causas que son otro tema. Y todos los argumentos que hasta ahora ha esgrimido en su defensa el gobernador regional no convencen a nadie. Aunque con otras palabras, el gobernador dice que no puede prescindir de su capataz, el único que hace trabajar al equipo. 

El bendito chat ha servido para destapar la caja de Pandora y para que se revelen historias de medias verdades y medias mentiras, dependiendo de donde proceden. Algunas valen la pena judicializarlas, otras son pura basura, de la que están inundadas las redes sociales. 

Como fuera, cierto o no, la realidad palpable y tangible es que el caso ha envuelto a la máxima autoridad regional en una bruma de inestabilidad, que el asesor no lo vale, en circunstancias en las que precisa todo lo contrario, toda la unidad posible. “Una sola fuerza”, dice la apelación que convoca a dejar de lado lo que nos divide ante la crisis y el desastre natural. ¿Quién tiene que hacer algo para mantener esa unidad: el gobernador, que no quiere o no puede deshacerse del asesor, o las instituciones -su propio consejo regional- que le reclaman hacerlo?