El nuevo mapa electoral nacional se está presentando con las regiones coloreadas según el grupo político que ganó en cada una de ellas. El Perú aparece teñido de naranja (Fujimori) y menor proporción verde (Mendoza), que se corresponden al norte y el sur del país, respectivamente. Solo hay dos manchas de excepción, la de Santos en el norte (Cajamarca) y la de Kuczynski en el sur (Arequipa). Esta forma de representar gráficamente no es exacta porque solo representa el predominio de un grupo sobre otro, aunque sea por una diferencia porcentual pequeña. Sin embargo, de alguna manera nos dice que en el norte hay mas ciudadanos que tienen una forma distinta de mirar al país que la mayoría de los ciudadanos del sur. Antes solíamos establecer diferencias entre los ciudadanos de la costa y de la sierra, dejando de lado el oriente, la enorme región amazónica de tan reducida población.

No es que nos preocupe futuros nacionalismos separatistas o que pretendamos que la uniformidad sea una virtud. Preocupa sí que la clase política no está entendiendo el mensaje de los ciudadanos. Por lo pronto ya hay varios que con los resultados electorales del domingo se han enterado de su desaparición, porque no llegaron a esa comprensión.

No es necesario juzgar en términos de positivo o negativo, bueno o malo, conveniente o no, pero a todos debería quedarnos zanjada con claridad la pregunta de por qué la mayoría de los ciudadanos quiere a Kenji Fujimori como el más votado de los congresistas y como presidente del Parlamento. Si resolvemos esta pregunta con convicción de certeza, ya el resto de inquietudes sobre lo que está pasando en el país caerán con facilidad. Y si estamos en ese grado de incomunicación con los ciudadanos, bien podríamos dedicarnos a otras cosas que pretender manejar los destinos del país. Mucha gente está convencida del desprestigio de la clase política nacional, y como reacción se aleja de ella, en vez de meterse a reemplazarla y devolverle los colores, el brillo y la decencia.