Es curioso que cuatro de los cinco candidatos punteros se hayan cuidado de llevar en sus planchas presidenciales a algún exgobernador regional, pero ninguno de ellos levanta el tema de la descentralización como bandera. Se va reconociendo el peso político y económico de los territorios del interior, pero no aparecen propuestas sobre cómo integrar el desarrollo económico a la descentralización. Sin embargo, parece desconocerse que los países no se desarrollan en el aire ni en abstracto, sino que se desarrollan por territorios, por espacios poblacionales y geográficos concretos.

Incorporar criterios de competitividad territorial al modelo económico actual sería bueno para dotarlo de una renovada fuerza. Y crucial para reorientarlo hacia el interior, ahí donde el crecimiento no ha llegado a veces con intensidad. Esto implica una agresiva política de atracción de inversiones privadas a los espacios regionales. Pero no solo la inversión privada sino todas las políticas públicas en diversos campos -educación, salud, infraestructura, seguridad- deberían articularse al proceso de descentralización.

Claro que requerimos cambios en el modelo actual. Hay que restituir un ente que lidere y acompañe el proceso, que puede ser el Consejo Nacional de Descentralización u otro similar. Debemos fortalecer a ciudades nodo que puedan ser centros gravitatorios de atracción poblacional acelerada. Y además decidirnos a emprender la regionalización, para que al final podamos contar con regiones de verdad y no convivir con 24 reyezuelos, sino con una docena de gobernadores, a lo sumo, propósito que se lograría si solo pudiéramos unir dos departamentos en una primera etapa, como meta a cinco años.

La descentralización en serio ya no puede esperar más tiempo. ¿O es mucho reto para nuestros actuales candidatos?

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