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Correo se precia de haber puesto sobre el tapete un tema sumamente preocupante para el país como es el libre albedrío de Sendero Luminoso para establecer un mausoleo en Comas y hacer marchas fúnebres hacia él entonando cánticos y proclamas en homenaje a los terroristas caídos.

¿Cómo es posible que, en plena ciudad capital y en las narices de las autoridades policiales y municipales, el grupete asesino de Abimael Guzmán tenga ese campo de acción y pueda desplegar su parafernalia subversiva?

Quizá sea cierto que el alcalde Miguel Saldaña ha sido sorprendido con esta construcción y sus alegatos de inculpabilidad van en ese sentido, pero que el jefe de la Dirección Nacional Contra el Terrorismo (Dircote), José Baella, acepte que “Sendero Luminoso viene haciendo un trabajo político e ideológico muy fuerte en Lima” pensando en su reacomodo, sí demanda una preocupación mayor y debe anteponerse una reacción rápida a nivel del Gobierno.

“Creo que hay que retirar los cadáveres que estén ahí con respeto y luego el mausoleo debe desaparecer”, dijo ayer el presidente Pedro Pablo Kuczynski; no obstante, la estrategia contra la insania terrorista, esa que acabó con la vida de miles de peruanos en décadas pasadas, tiene que ir más allá de derrumbar un bloque de cemento en un cerro.

Si fue la inteligencia la que -hace 24 años- nos llevó a la captura del genocida que purga condena en la Base Naval, volvamos por el mismo sendero dotando a la PNP de las herramientas para refundarla y retroalimentarla.