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Hasta hace un año Martín Vizcarra caminaba a la sombra del entonces presidente Pedro Pablo Kuczynski, pero desde marzo del 2018 todo cambió. Atrajo a sí mismo el foco de atención. Fue designado jefe de Estado, marcó claras diferencias con las consecuencias negativas y las desprolijidades políticas de la gestión de su antecesor y se orientó a construir su propio espacio.

Su ascenso al poder se dio después de una crisis en la que la incapacidad de PPK de ponerse a la altura de las exigencias del país y un escándalo mayúsculo por las veladas maniobras políticas de este, para superar una vacancia, le dejaron la Presidencia de la República. Eran tiempos en los que todos decían que el Gobierno era el Titanic, aunque alguien afirmaba que la comparación era mala porque el capitán de ese barco nunca vio el iceberg hasta que lo tuvo encima, mientras que los desaciertos de PPK eran de tal magnitud que parecía que le apuntaba directamente al iceberg para hundirse.

Al poco tiempo, Vizcarra dio un golpe de timón para enrumbar la nave. En el camino tuvo que enfrentarse, a veces agresivamente, a la bancada mayoritaria del Congreso y a sus ocasionales aliados. En este caso, la agresividad no se puede descalificar. En la caldera de la política peruana, es como intentar ponerle multas por exceso de velocidad a un auto en plena competencia de Fórmula Uno.

A partir de allí sintonizó con los reclamos de la gente y arrinconó a la oposición a un lugar difuso. Por supuesto, le puso mucho gesto a sus acciones y más que un instante quería hacer historia. En los últimos tiempos le han salido adversarios pesos pesados, como el expresidente Alan García. Lo negativo de este es que solo desparrama la hiperinflación de su identidad y quiere hacer creer que siendo el hombre que es la gente perciba que es otro.

Pasó el tiempo y Vizcarra mantiene un respaldo importante de los peruanos. Pese a que sus colaboradores en el Gobierno no dan la talla y no tiene ministros y menos congresistas decisivos, a los cuales agarrarse en momentos críticos, sigue adelante, prometiendo que sus acciones políticas no tienen una perspectiva de poder más allá del 2021. Esperamos que sea así y además que comprenda que vive en un mundo de resultados, y que rigen para él también. Ya es momento de que resuelva los problemas de los peruanos.