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Fue lustrabotas, vendió periódicos y hasta ayudó en restaurantes. Así se forjó Yoni Bautista desde los ocho años, cuando comenzó a trabajar para pagar sus estudios.

Con sus ahorros se compró útiles escolares y libros, lo que le permitió terminar su carrera de mecánica de producción en el instituto de Cajas, mientras estudiaba ciencias contables en la UPLA. Para Yoni no había barreras: trabajaba en un taller de cerrajería de día y por las noches era taxista. Este último oficio, lo condujo a la muerte.

Ayer camino a su última morada, en el cementerio de Huari, sus tías lanzaban pétalos de rosas y sus vecinas le cantaron una triste canción en quechua.

“No somos dueños de nuestras vidas, somos pasajeros, allí desde el cielo rogarás por tu madre y padre”, decía su lastimera traducción.

PIDEN CAPTURA. Su madre Elsa Carhuamaca no se separaba del féretro plomo, lloraba y clamaba el nombre de su vástago. Su padre Mario y hermanos reunidos prometían que su muerte no quedaría impune. La tristeza era contagiante, todos resaltaban las virtudes del joven empeñoso, luchador, alegre y deportista. A las 15:00 horas cuando el cuerpo iba a ser colocado en el nicho Nº 9 del pabellón Esperanza Eterna, padres, hermanos sobrinos y Mariluz (enamorada), se lanzaron sobre el ataúd. Los deudos exigían justicia, pedían la captura de los criminales que siguen matando taxistas.

““Basta ya, que no sigan muriendo jóvenes, ya no queremos escuchar más de estos crímenes. Que las autoridades capturen a los asesinos” comentó su tío César Carhuamaca, antes del último adiós a Yoni la víctima Nº 13 de la banda de “matataxistas”. Para la familia Bautista Carhuamaca no hay consuelo, las palabras sobran.