A la 1:00 de la tarde en la plataforma de lanzamientos de Yasny, al sur de Rusia, un cohete cruzó la atmósfera terrestre. Subió a los cielos en apenas 13 minutos y puso en órbita 32 satélites de distintas dimensiones y orígenes. Dos de ellos eran peruanos. Nadie en el cosmódromo ruso se inmutó.

A las 2:10 de la madrugada de aquel 21 de noviembre de 2013, del otro lado del mundo, en una instalación de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) veinte científicos peruanos estallaban en euforia. No pudieron ver nada. El lanzamiento solo era seguido a través de mensajes por Skype, pero no importaba. Por primera vez, dos satélites construidos en el país –el PUCP-Sat 1 y Pocket-PUCP– habían conquistado el espacio. El Instituto de Radioastronomía de la PUCP (Inras), dirigido por Jorge Heraud, había hecho historia. Y ahora pretende hacerlo por segunda vez.

Los satélites peruanos continúan girando alrededor de la Tierra cada 90 minutos. Su misión es medir la temperatura de sus cuerpos y reunir data para perfeccionar satélites futuros. Ahora cumplen esta función, pero nacieron a partir de la curiosidad del Inras por estudiar sismos desde el espacio. Un proyecto similar no obtuvo buenos resultados en Estados Unidos, por eso no se replicó en el Perú. En cambio, abrió un camino interminable: ¿será posible detectar temblores con antelación desde la Tierra? Para un grupo de científicos peruanos parece que sí.

CONTROLANDO LA NATURALEZA

Desde 2010 hasta la actualidad, el INRAS ha registrado unos 12 sismos con un antelación de entre 11 y 18 días. El hallazgo es único. Ni Estados Unidos ni Europa han logrado algo parecido, a pesar de sus grandes recursos y tecnologías. "Estamos consiguiendo cosas que se ven por primera vez en el mundo", señala Jorge Heraud, enfundado en un mameluco azul. Lo rodean jóvenes científicos que no dejan de monitorear códigos, explorar teorías y armar partes de antenas parabólicas. En el Inras, la ciencia parece ser la única forma de vida posible.

El equipo de Heraud ha enterrado hasta el momento 10 magnetómetros (sensores de campo magnético) en diversos puntos del país: desde Huaral y la isla San Lorenzo, pasando por los valles de Pisco, Ica y Ocucaje, hasta llegar a Chincha, Moquegua y Tacna. Estas bobinas captan la energía eléctrica que libera la Tierra.

"Un sismo se produce porque hay una placa de Nasca en la costa que se mete debajo de la placa Continental. Es una cantidad de roca tremenda que se mete debajo de la otra. Antes de un temblor, la presión entre ambas es tal que se produce una enorme cantidad de cargas eléctricas. Eso es lo que detectan los magnetómetros", detalla Jorge Heraud.

Octubre de 2010 fue un mes histórico. Desde el jueves 7, los magnetómetros del Inras venían percibiendo una gran acumulación de corrientes eléctricas cerca de la playa Los Palos, en Tacna. Todas las investigaciones realizadas ese año revelaban que un sismo remecía la tierra luego de un promedio de 15 días de energía liberada.

"Aquí va a haber un sismo entre el 22 y 23 de octubre", pensó entonces Heraud e informó sus cálculos a la alta dirección de la PUCP. Y así fue. Un temblor de 6,1 grados se produjo el viernes 22 a las 3:00 de la mañana en esa zona. Desde aquella vez, las predicciones se han sucedido una tras otra. Actualmente, el epicentro exacto del sismo se puede detectar si el movimiento se ubica entre dos magnetómetros.

CAMPAÑA CIENTÍFICA

El sistema no es automático. Los investigadores del Inras deben revisar la información registrada a lo largo del día manualmente. El Instituto QuakeFinder de California –con el que realizan investigación conjunta– donó nueve magnetómetros y uno adicional fue financiado por Telefónica. Pero no es suficiente. Para monitorear todo el país requieren entre 50 y 60 magnetómetros adicionales, que equivalen a más de S/.3 millones.

"¡Imagínese cuántas vidas podríamos salvar si tuviéramos más presupuesto para ampliar la investigación! Seríamos los primeros en el mundo en perfeccionar un método así", señala Heraud y agranda sus enormes ojos celestes.

¿Por qué apostar por la ciencia en un país que no confía en su potencial científico?

Porque existe un complejo nacional. Creemos que no somos capaces de inventar tecnologías. Todo eso nos parece demasiado avanzado, caro o superfluo para nosotros. Y no es así. Si somos un país pobre es porque no nos hemos dedicado a inventar las cosas que el mundo necesita. La riqueza no está en los recursos naturales. La riqueza está acá (se señala la cabeza), y eso está distribuido uniformemente en el mundo.

¿En qué momento dejamos de creer en la ciencia?

El Perú perdió esa confianza hace 500 años. Los peruanos habían desarrollado toda su civilización sin contacto con otros países, crearon canales de irrigación que hasta ahora no pueden ser mejorados, construcciones en piedra, metalurgia, caminos... Pero con la llegada de los españoles descubrieron una tecnología distinta. Y esa ventaja abrumadora nos arrebató la autoestima como país. Creímos que lo extranjero era mejor.

UNA MENTE BRILLANTE

Heraud, en cambio, jamás lo pensó así. Desde los ocho años ya armaba pequeños motorcitos eléctricos y radios que captaban la frecuencia AM. Cuando salió del colegio estudió ingeniería en la UNI y radiociencia en la Universidad de Stanford, en Estados Unidos. Y construyó, entre otras cosas, el Radio Observatorio de Jicamarca –a media hora de Lima–, uno de los más importantes centros de investigación espacial de la ionósfera. Luego llegarían sus investigaciones sobre la primera computadora digital del Perú, el uso de antenas parabólicas para comunicarse con Estados Unidos utilizando la Luna, la construcción de satélites, el estudio de los sismos.

"Con todo esto queremos generar una repercusión grande en el país, que la gente diga: si estos peruanos han podido lanzar un satélite o detectar con anticipación un sismo, por qué yo no lo puedo hacer algún día. Eso es lo que queremos despertar", dice Heraud y sus ojos se iluminan. Fotos: Víctor Vásquez

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