Viven en un hogar con personas que no son sus parientes de sangre. Sin embargo, el personal que las atiende se ha convertido en su nueva familia brindándoles ese calor de amor y atención que no pueden recibir por parte de sus propios familiares.
Las 20 mamitas del Centro Residencial Geronto-Geriátrico Ingnacia Rodulfo Ciudad de Canevaro, o simplemente Hogar de Canevaro, reciben cuidados de todo tipo y una atención integral por parte del albergue. A pesar de ello, aguardan en su corazón el regreso del hijo que las abandonó o que esporádicamente las visita cuando puede. Ese es su único deseo.
Tienen diversos caracteres, pues a cada una de ellas la vida les ha tratado diferente. Son ejemplos de lucha y perseverancia y lo dieron todo por sus pequeños. Ahora, alojadas en el asilo de Canevaro, mientras esperan la visita de sus seres queridos, se distraen con otras actividades como baile o costura.
Ese es uno de los casos de Julia Tipacti Cisneros (76), quien vive desde hace 19 años en el Hogar Canevaro. Cuenta que fue padre y madre para su hijo y siempre luchó contra la corriente. Trabajó lavando y planchando ropa, y confiesa que le hubiera gustado convertirse en periodista.
"Las visitas que reciben son esporádicas o casi nada. A veces salen a visitar a sus familiares", dice Pedro Hernández, psicólogo del Hogar Canevaro. Y es que a pesar que no reciben las visitas, estas mamitas no pierden la alegría.