La fascinación que despierta la historia del reino de Vilcabamba (Perú), última nación inca, llegó hasta Vitoria, desde donde parte en septiembre una expedición que se adentrará en zonas inexploradas de los Andes peruanos para buscar vestigios y ayudar a preservar la memoria histórica.
Los siete componentes de este “arrebato soñador y aventurero” -como lo definen ellos mismos- recorrerán durante un mes 180 kilómetros del sector occidental de las montañas de Vilcabamba, donde la presencia de la organización terrorista Sendero Luminoso ha alejado esta zona durante años de las pisadas de científicos y alpinistas.
El alma de la expedición es Miguel Gutiérrez, un escritor de viajes vitoriano que ha visitado ya tres veces la zona para recoger testimonios y buscar a oriundos que hagan de guías locales en un trekking “fuera de ruta” y por zonas “bastante inaccesibles”.
Prevén ascender cuatro cimas de unos 4.000 metros de altitud cada una pero la dificultad no estará en la altura sino en el propio recorrido en sí, que será escabroso y a veces hasta intransitable.
De hecho, aunque usarán mulas y caballos, a partir de cierto tramo tendrán que prescindir de los animales y salvar los obstáculos que vayan surgiendo por su propio pie.
Dos alpinistas del Monzón (Huesca), los hermanos Javi y Marcos Janer, serán “el músculo” de la expedición, que está diseñada “a la vieja usanza”, con una travesía de montaña de varias semanas.
Igual que hacían los exploradores en el siglo XIX, asevera el codirector del proyecto, Rafael Gutiérrez, que ha pergeñado esta aventura junto a su hermano Miguel en la biblioteca familiar, donde un maniquí vestido como el explorador africanista Manuel Iradier (Vitoria, 1854-1911) da una pista del espíritu inquieto de estos hermanos.
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Actualmente, los proyectos de exploración de cierta envergadura y con presupuestos nada modestos recurren a lo último en tecnología para rastrear a fondo zonas cubiertas de vegetación y encontrar vestigios que a simple vista pasarían inadvertidos.
Eso no será posible en la Mars Gaming Expedition (el nombre oficial de la expedición alavesa) pero tampoco importa a sus integrantes porque el reto deportivo de cruzar montañas y ascender picos no pisados por investigadores se suma al de intentar salvar el patrimonio peruano de los saqueadores.
El arqueólogo profesional del grupo, Iñigo Orue, ha empleado su pericia analizando fotos de satélite para delimitar en el mapa junto con Miguel Gutiérrez las cinco zonas que justifican un viaje de estas características.
No saben si lo que encontrarán será una ciudad inca perdida jamás descubierta o si serán yacimientos arqueológicos más recientes y de menor valor pero las leyendas que cuentan los locales y lo que el satélite les apunta es más que suficiente para echarse la mochila al hombro y poner rumbo a lo que en su día fue refugio de la civilización inca.
Al igual que la Vitoria del siglo XIX, la del XXI también ha apoyado con aportaciones de particulares y empresas un espíritu aventurero que es ya una seña de identidad de la capital alavesa.
Conscientes del legado, viajarán a Perú bajo la bandera de La Exploradora, la primera Sociedad Geográfica de la Península Ibérica, que se fundó en Vitoria en 1868.
La heredera de aquella institución de exploradores y científicos es hoy la ONG Asociación Africanista Manuel Iradier, a la que destinarán parte de los 15.000 euros que han recaudado y con los que mujeres del Río Muni (Guinea Ecuatorial) podrán comprar semillas para su cooperativa agraria.
Un sueño del que no quieren despertar aunque por el rabillo del ojo miran a un fenómeno climático, El Niño, que tiene en vilo a Perú desde julio y ahora también a ellos.
Si la cosa se pone fea pospondrán el viaje -cuenta Miguel con la boca pequeña- ya que la ilusión de la aventura le impide ser pesimista.
Estos días ha escrito al Ministerio de Cultura con el que, si todo sale como espera, quiere colaborar para el futuro registro oficial y la preservación del patrimonio peruano en una zona tradicionalmente olvidada y sometida al saqueo.
El próximo libro de Miguel Gutiérrez dará buena cuenta de lo que ocurra en esta “chaladura quijotesca”, que tiene su origen en los misterios aún sin resolver de la civilización inca, la misma que atrajo a Hiran Bingham a Perú y que le llevó a descubrir las ruinas de Machu Picchu.
El arqueólogo estadounidense también buscaba el último reino inca.
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