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Al borde de la muerte. Así quedaron los veinte miembros de la familia Coronel Alarcón, cuando la pared de su casa se vino a abajo, a causa de unos trabajos de construcción que se vienen realizando a la espalda del predio ubicado en la cuadra 3 del jirón Paruro, en el Centro de Lima.

La efectiva reacción de los adultos hizo que pudieran salvar a tres menores de edad que se encontraban en la vivienda la noche de ayer, mientras aún disfrutaban la ilusión de la Navidad. Ahora, el llanto y el miedo dominan sus inocentes rostros.

Toda la madrugada la pasaron en vela, por miedo a que los otros dos pisos del edificio se vengan abajo en cualquier momento.

Destrucción. Cerca de las 9 de la noche de ayer, Ana Alarcón Colán (53) preparaba la cena que daría a sus hijos y sobrinos en el primer piso de la quinta que, asegura, tiene 95 años de existencia.

Hace un mes escuchaba ruidos de construcción al lado de su vivienda, que se daba solamente en la noche y la madrugada. Nunca les informaron de qué se trataba y si corrían algún riesgo.

En el momento que servía la ensalada de tomate, vio una extraña luz que salía de la pared. Entonces se acercó a lo que era un agujero por dónde se veía a un grupo de obreros en plena faena en un terreno del jirón Andahuaylas. Temiendo lo peor, tomó de la mano a su niña de 13 años y a sus sobrinos de 15 y 13, y salió corriendo del lugar. A los pocos minutos, la pared se vino abajo, como si se tratara de un terremoto, llevándose gran parte de sus objetos personales que había juntado con tanto esfuerzo y trabajo.

“Yo les dije: Mire, se está cayendo mi casa. ¡Ayúdenos, qué vamos a hacer! Y nada. No, ya va a venir el ingeniero, nos dijeron”, comentó Alarcón.

Después del reclamo desesperado, todos los trabajadores se hicieron humo. Mientras que la Policía solo tomó apuntes del caso y ni siquiera ingresó a ver la situación del predio, según comentaron los residentes.

“Pude haber muerto si estaba ahí”, comentó Antonio Rojas Colán (70), hermano de Ana. La destrucción de la vivienda dejó su cama al filo de lo que queda del piso, a unos cuantos centímetros de irse para abajo. Nadie de la familia descarta que, de estar echado en el colchón, el septuagenario no habría sobrevivido a la inminente caída.

Piden ayuda. Por lo menos cuatro generaciones han nacido y vivido en este lugar. Ante esta situación, temen quedarse en la calle por la responsabilidad de terceros que, hasta el cierre de esta nota, no se han identificado ni les han bridado ni siquiera una explicación de lo que ha ocurrido. Solo esperan el apoyo de las autoridades para que el daño pueda ser reparado de alguna manera.

“Hemos tenido toda una vida aquí. Mi abuela ha estado desde los años 20. Mis tíos han nacido aquí. Mi mamá (Ana) ha nacido acá. Yo he nacido aquí. Veo esto y no podemos hacer nada. Es lo único que tenemos”, dijo entre lágrimas Abigael Coronel Alarcón, respirando hondo, luego de presenciar un nuevo derrumbe que alteró a toda su familia.

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