Héroes se quedan sin atención mental
Héroes se quedan sin atención mental

Tristeza, dolor, ansiedad, depresión e impotencia son algunos de los trastornos que va dejando la enfermedad del COVID-19 entre los profesionales de la salud de hospitales y clínicas que se enfrentan al mortal virus para salvar la vida de sus pacientes.

Dos médicos intensivistas y una enfermera nos relatan sus sentimientos y temores al ver, cada día, morir a personas por problemas respiratorios o falta de camas de UCI, así como el miedo constante de contagiar a sus familias.

En un momento de su descanso hablan con Correo y solicitan al Ministerio de Salud, a EsSalud y a las clínicas acciones más efectivas en el soporte de salud mental para todos sus colegas.

Jesús Valverde, presidente de la SMI: “Tenemos frustración, impotencia y dolor”

Estamos en una situación de desastre: los hospitales han sido superados en su capacidad; la Unidad de Cuidados Intensivos, también; hay muertes diarias en cantidades importantes. Ha habido mucha frustración, impotencia, dolor. Es bien difícil llamar a un familiar y decirle ‘ha fallecido tu paciente’; ellos responden, ‘no, pero ha entrado caminando’; sí, pero con un problema respiratorio severo. Se quejaban de no recibir ayuda correcta y eso generó mucha frustración, desazón. No se ayudó de manera correcta, porque no teníamos dónde más colocar pacientes.

Al terminar la guardia de 24 horas, llegas a tu casa y el principal miedo, a pesar de que ya lo superaste, es contagiar. Te tienes que lavar las manos de manera maniática -mañana, tarde y noche, y a cada rato-. En la guardia, hay que bañarse tres o cuatro veces.

Es una sensación de temor ver a un colega, amigo, intubado, conectado a un ventilador más de una semana, dices ‘a mí también me va a tocar’. Salen a flote las circunstancias de la primera fase: el miedo y el temor. Cuando se tratar de un familiar, el dolor es más fuerte. El personal de salud que ha perdido un familiar cercano -padres, hermanos-, sí está entrando en un trauma psicológico.

Hemos estado solicitando apoyo en salud mental para tratar de superar esto, pero no ha habido. Particularmente, donde trabajo no ha habido, ni en clínicas ni en hospitales. El programa de salud mental del Ministerio de Salud está en el papel, ningún psiquiatra quiere ir al hospital por temor a contagiarse”.

Yakelin Gómez, licenciada en Enfermería: “No se muere uno, son 15 o 20 al día”

La saturación de pacientes en el hospital ha bajado, pero hubo un momento tan alarmante en la que una enfermera atendía a 20 pacientes, todos con necesidad de oxígeno. Pese a usar todos los implementos de seguridad, el solo pensar que te vas a contagiar, llevar a casa el virus, te produce miedo, angustia. Ver cómo las personas sienten la falta de oxígeno, otra que se descompensa, médicos y colegas yendo a UCI, que han fallecido, te produce tristeza, ansiedad.

La mamá y el hermano de un colega fallecieron, él y su esposa terminaron en la UCI. Verlos de cerca me causó mucha tristeza, lucharon por su vida 30 días. Fue fatal verlo ahí.

Yo me contagié, no tuve síntomas graves, aún continúo con el miedo de contagiar a mis papás, vecinos, a alguna persona que no corra la misma suerte que yo. He tomado precauciones, pero vivimos ese temor día a día, no estamos seguros ni estables emocionalmente.

El espectador solo mira las pantallas de televisión, pero otra cosa es estar dentro, con una persona a tu costado, tomándote la mano y pidiéndote ayuda para que no se muera. No es que se muere una persona, sino 10, 15 o 20 al día. Muchas otras veces hemos visto que una persona, de casualidad, se murió por un infarto, pero ahora entras a tu turno y se mueren 10; en un piso, 40.

El hospital sí tiene un área de contención psicológica vía teléfono, pero no es suficiente. No es igual escuchar por teléfono los alicientes, que presencialmente”.

Samuel Cosme, médico intensivista: “Nos afecta no tener camas ni ventiladores”

La pandemia ha afectado nuestra salud emocional en varios sentidos. El primero, el temor natural que sentimos los médicos y personal de salud cuando nos enfrentamos a un paciente que, potencialmente, nos podría contagiar. Incluso, algunos colegas, amigos de promoción, han fallecido por COVID-19 en Iquitos. Como médico intensivista es una responsabilidad ineludible, atender pacientes COVID-19. Al inicio la mortalidad era muy alta, era doloroso, frustrante, nos sentíamos deprimidos. Después, hemos ido aprendiendo cómo manejarlos, hemos comenzado a sacar pacientes de alta. En el Cayetano Heredia hace un mes que no fallece ningún paciente en UCI.

Es una profunda tristeza ver a pacientes en la intemperie, pidiendo por atención. En la UCI tratamos de ayudar a los más graves, pero nos afecta no tener la cantidad suficiente de camas, ventiladores, equipos para ayudarlos. Tenemos la voluntad de ayudar a más gente, pero no se puede. Cuando nos hacen interconsulta para pacientes de piso que requieren ventilación, de 30 años o 35 años, nos afecta. Me pregunto: ¿Dónde lo ubico?, no tengo camas. Es complicado.

Hay un servicio de apoyo en salud mental, pero a los que estamos en la UCI no nos llaman para saber cómo estamos. A lo mejor me llaman cuando estoy de turno, no he recibido ninguna llamada efectiva.