TACNA. La Sala Penal Permanente de la Corte Suprema resolvió en última instancia la condena de cadena perpetua para seis integrantes de la banda “Los Malditos de la Quebrada del Diablo” que entre los años 2000 y 2001 secuestraron y asesinaron a taxistas para robarles sus vehículos y luego desmantelarlos. La resolución fue notificada por la Primera Sala Penal Liquidadora de Tacna a los abogados de la parte civil (deudos de las víctimas), el 30 de marzo del presente año. Se supo que el año 2005 en Tacna se emitió una primera sentencia a la banda y se les condenó a cadena perpetua, pero dicho fallo fue apelado y en noviembre del año 2007 los procesados obtuvieron pena de entre 30 a 35 años de prisión, produciéndose reclamos de los familiares de las víctimas. Los ahora condenados son Pedro Félix Apaza Nieto (a) “Cholo Apaza”, Rafael Raúl Maquera Larico “Chuto”, César Enrique Ccalani Quispe “Mono”, Rubén Edwin Chucuya Ramos “Chino”, José Rolando Mamani Cruz “Fierro” y Carlos Laura León “Champú”, quienes fueron procesados por los delitos contra la vida, el cuerpo y la salud (homicidio calificado) y delito contra el patrimonio (robo agravado). VÍCTIMAS. El 18 de marzo del año 2001 familiares que buscaban a choferes que habían desa-parecido misteriosamente con sus vehículos llegaron hasta una quebrada ubicada en el km. 15 de la vía Tacna a Tarata e hicieron el macabro descubrimiento: hallaron vehículos que habían sido “descuartizados” y quemados, además restos humanos sepultados. Finalmente, en dicha quebrada del cerro Intiorko y en el km. 8 de la avenida Los Ángeles en el distrito de Calana se desenterraron los cadáveres de los desaparecidos Pío Sarmiento Carita, Aníbal Rafael Franco, Juan Velásquez Churaira, César Ticona Copaja, Juan Alanía Silva y Walter López Pilcomamani; también el cuerpo de una joven mujer N.N. que sería cómplice de los delincuentes y encargada de captar a sus víctimas cerca y dentro de los locales nocturnos del Parque Industrial. ACUSACIÓN. Para reformular la “cadena perpetua” a la banda criminal fue importante el dictamen de un fiscal supremo indicando que los sentenciados conformaban una organización porque para robar cada integrante cumplía un rol. Interceptaban a sus víctimas, los reducían, maniataban y mataban apretándoles el cuello con el cinturón de seguridad de sus vehículos y los enterraban; después desmantelaban los vehículos, los quemaban y las autopartes eran vendidas en el mercado “La Cachina”.