Enlazados por esa transmisión que no deja de brindarnos una saludable forma de vida se presenta el décimo mes del año, como una composición poética o de una colorida pincelada. El ponche. Bebida de procedencia Europea que data de muchos siglos, traída por los colonizadores españoles a América y consistía en un preparado a base de un licor o ron de caña, agua, limón, azúcar y para consistencia, claras de huevos el que se servía muy caliente. El ingenio americano en el arte culinario le da el toque de salud y lo incluye a la culinaria familiar, convirtiéndola en una “caspiroleta”, a base de leche, canela, huevos y aguardiente al gusto, su característica servirlo en pleno hervor. Participan una variedad de leches: de vaca, evaporada y la leche vegetal del: coquito de panamá de cascarón grueso, ajonjolí, nueces, pecanas y la leche del pallar; el sabor a base de canela, clavo, anís, ajonjolí soasado. No todos los pueblos tienen un ponche como el nuestro, una semblanza del tórrido norte peruano conoce las leñas del algarrobo o huarango, pero no tienen la pecana y su clima no les permite tomar el ponche humeante y no está incluido en su calendario religioso, el mes morado de octubre. El bautizado. Se recibía en los hogares a los familiares y amigos venidos de otra parte del Perú y se le dedicaba valioso tiempo para su feliz estadía. Era muy bien apreciado el recorrer las calles con nuestros visitantes y en la nochecita ir a la novena. Terminada esta, empezaba el paseo por toda la plazuela, al compás de la banda de músicos y ante un aromático ponche se detenía la comitiva y se servía el sabroso ponche en vasos de vidrio gruesos que no transmitían el calor y el invitado a la primera toma del PUN PUN ? CHE, se había quemado la boca, y con lágrimas en los ojos se oía decir; ¡Que rico está!? y el gracejo iqueño se repetía con la próxima visita.