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La cuadra 2 del jirón Lima, en el pueblo joven Dos de Mayo, se convirtió de un momento a otro en un verdadero campo de guerra. Más de 50 casquillos de bala de distintos calibres desperdigados sobre el suelo, charcos de sangre en las veredas y paredes agujereadas por los impactos de los proyectiles, eran el claro reflejo de que la violencia y la muerte había llegado a ese lugar.
Los protagonistas de esta sangrienta reyerta fueron, según la policía, presuntos integrantes de la temible organización delictiva conocida como “Los Patecos” y avezados sicarios que llegaron desde Lima y Trujillo, para aniquilar a cada uno de ellos. Objetivo que estuvieron a punto de concretar, al mediodía de ayer.
SORPRENDIDOS. De acuerdo a la versión de testigos, “Los Patecos” se encontraban jugando casino en la vereda de la casa situada en el 289 del jirón Lima, de propiedad de Erick Cruz Alejos “Papaya”, un supuesto integrante de la banda, cuando de pronto apareció un moderno auto Toyota Yaris, color plateado y una motocicleta.
Los ocupantes de estos dos últimos vehículos estaban fuertemente armados y abrieron fuego contra el grupo de personas que estaba en ese lugar.
Antonio Morán Rodríguez (23) “León” o “Piraña” fue el primero en ser abatido. Quince balazos acabaron con su vida en cuestión de segundos. Andrés Quezada Valerio “Tiburón” y Lener Cruz Alejos “Bala”, este último presunto líder de “Los Patecos”, se tiraron al suelo, pero igual fueron alcanzados por varios balazos que les impactaron en diversas partes del cuerpo.
Ellos tuvieron que arrastrarse para ingresar a la casa. De acuerdo a lo informado por los peritos de la policía, del interior del inmueble se hizo disparos, lo que significa que “Los Patecos” trataron de repeler el ataque sin éxito.
“Tiburón” fue trasladado al hospital La Caleta, donde tuvo que ser sometido a una intervención quirúrgica para extraerle los proyectiles, mientras que “Bala” fue evacuado a la clínica San Pedro. Se supo que la situación de ambos es estable.
ARMAS DE GUERRA. Cuando la policía llegó al lugar donde se registró el sangriento ataque, halló más de 50 casquillos de bala, entre ellos varios de fusil G-3 de fabricación alemana. Las balas disparadas por esta arma de alta potencia y considera de guerra, fue la que causó forados en la fachada de la casa de “Papaya”. Esta arma es de uso policial y militar.
Los peritos han recogido cada una de estas evidencias, a fin de someterlas a un peritaje que permita verificar si han usado estas armas en otro hechos criminales y quiénes podrían ser los autores de este ataque.
MUCHOS ENEMIGOS. A “Los Patecos” se les atribuye la muerte de al menos 20 presuntos delincuentes ocurridos en lo que va del año, por eso se han ganado una serie de enemigos. El último crimen en el que estuvieron envueltos fue el del presunto sicario trujillano identificado como Moisés Narro Carrera, “Drácula” , quien fue acribillado de nueve balazos en el pueblo joven San Pedro.
La policía maneja la hipótesis de que podrían ser los amigos de este presunto delincuente los que llegaron ayer a Chimbote desde Trujillo, para vengar su muerte; sin embargo, aún no hay suficientes evidencias que confirme esta información.
“BALA” SE CUIDABA. Se supo por versión de vecinos, que “Bala” casi no salía de su casa porque temía que lo asesinen, pero ayer convencido por sus amigos salió a jugar casino en la vereda de la casa de su hermano “Papaya”, sin imaginar que sus enemigos lo seguían muy de cerca.
Al verlos confiados, los sicarios llegaron al lugar y los acribillaron sin piedad.
NO HABLAN. Los periodistas trataron de obtener la versión de los familiares de los presuntos “Patecos”, pero evitaron en todo momento brindar declaraciones. Solo la esposa del “Bala” le decía a los policías que investiguen y averigüen quién está detrás de este ataque.
Los vecinos temen pues viven en la misma manzana de las casas de “Los Patecos” y no quieren que vuelva repetirse un ataque tan sangriento. “Ahora no estamos seguros ni en nuestra propia casa”, dijo una mujer.
Matan a un "Pateco" y dejan heridos a dos
La cuadra 2 del jirón Lima, en el pueblo joven Dos de Mayo, se convirtió de un momento a otro en un verdadero campo de guerra. Más de 50 casquillos de bala de distintos calibres desperdigados sobre el suelo, charcos de sangre en las veredas y paredes agujereadas por los impactos de los proyectiles, eran el claro reflejo de que la violencia y la muerte había llegado a ese lugar.