Este 20 de julio se cumplen once años de la tragedia de Utopía. En la búsqueda de justicia, ocho padres han muerto y seis se encuentran enfermos. La esperanza no se acaba, la Corte Suprema reabrió el caso y podría condenarse a los responsables. Los progenitores no cesan su batalla. La revista Correo Semanal conversó con algunos de ellos y esta es la crónica escrita por David Gavidia. Fotos: Federico Romero / Johanna Valcárcel.
Una herida que no cierra
Intenta no quebrarse. “Ya se han secado las lágrimas”, dice con la voz ronca el señor Roberto Valverde, papá de Marcela, la abogada de 25 años que perdió la vida el 20 de julio de 2002 en la discoteca Utopía. Valverde es uno de los padres que, desde entonces, se enfrascó en una batalla legal por encontrar justicia. “Hemos vivido once años en el limbo, que es un lugar donde no sientes dolor ni alegría. En ese mundo no se es feliz. Esperamos una sentencia para que el círculo del dolor se cierre. ¿Sabes lo que es llevar un duelo tantos años?”, pregunta, buscando a quien pueda explicar con palabras aún más profundas lo que ha venido sintiendo.
En los once años de esta batalla judicial, el señor Valverde no solo perdió a su hija, también a su esposa, Marcela Ocaña Riofrío, quien murió de un cáncer en 2007, cinco años después de la tragedia. “Mi hija murió aquella madrugada y a mi esposa se la llevó un cáncer. No aguantó. ¿Tú concibes que ocho padres de las víctimas de Utopía mueran esperando justicia?”, indaga.
Carlos Hakker, papá de Carlos Augusto Hakker, otra de las víctimas, responde: “Todos los padres estamos tan compungidos. Seguro a algunos se le bajan las defensas y eso les genera las enfermedades. ¡Ocho padres murieron y otros seis están mal de salud!”, exclama y cuenta que su esposa, la señora Nelly, sufrió un infarto cerebral.
“Ella se salvó, pero otros no han corrido la misma suerte”, dice. Los años no han pasado en vano. Los males han llegado como producto de la depresión, en seres angustiados por un largo proceso, que les ha resquebrajado la vida y la salud. Once años consumen de a pocos.
“Me encuentro en cama, pero con la expectativa de lo que pueda suceder”, se anima a responder la señora Nelly de Haaker a través del hilo telefónico, y luego de que la Sala de Derecho Constitucional y Social Permanente de la Corte Suprema de Lima reabriera el caso Utopía. Un triunfo para los padres que lo venían exigiendo, pues esto podría darle una sentencia a los dos accionistas y dueños de la discoteca, Alan Azizollahoff y Edgar Paz Ravines, quienes se encontrarían en México y Estados Unidos.
LARGO Y DURO CAMINO. El caso Utopía ha seguido por un interminable proceso judicial que data de 2004. Año en el que Azizollahoff y Paz salieron del país. Durante este tiempo, solo el administrador Percy North cumple condena. En diciembre de 2011, luego de una serie de vericuetos legales que le permitieron a North entrar y salir de prisión, retornó al Penal para Reos Primarios San Jorge para cumplir una condena de 10 años por homicidio doloso. De ser extraditados, Azizollahoff y Paz podrían correr la misma suerte.
“La impunidad se terminó. Ahora se está ordenando que se reabra el proceso penal. La extradición será inmediata. El escudo de impunidad se rompió. Ellos tendrán que responder por homicidio doloso”, aseguró César Nakasaki, abogado de los deudos.
En tanto, Roberto Valverde de 77 años, con fotos de su esposa e hija y con una corbata negra que, a veces usa, como señal de luto responde: “Nosotros no actuamos por las bajas pasiones de la venganza. Nos hemos vuelto enemigos del dolor. Basta con lo que ya hemos sufrido. Yo, en el momento más crítico, juré lograr justicia y en eso estamos los padres de las 29 víctimas. Nuestra lucha se basa en principios para que tragedias como la ocurrida no se repitan. Aquí no se trata de hacer un derrame de bilis ni de lágrimas, que ya se secaron. ¿Por qué Dios nos mantiene en esta lucha? Porque hay jóvenes que no merecen morir así”.
- ¿Cuántos años cree que merecen los implicados en el caso Utopía?
- Los años lo dirá el juez. Hay un fenómeno de omisión en el cumplimiento de normas de seguridad.
Interrumpe su respuesta unos segundos. Ingresa a otro ambiente de su casa de Miraflores y regresa con un extinguidor que pone sobre la mesa.
- Esto hubiera sido nuestra salvación. En la casa tenemos seis. Un extintor cuesta entre cincuenta y noventa soles. Yo no creo que ellos duerman muy tranquilos. Yo, después de la última sentencia, he dormido en paz. Esa sensación bonita es mi mejor regalo.
- ¿Usted está dispuesto a perdonar?
- El perdón llega con la justicia. Iré a ver a North. Esto no puede ser eterno. Él saldrá de prisión y seguirá con su vida. Los otros dos tienen que ser juzgados. Yo perdí a mi hija y esposa. Esta cruz que se lleva, jamás la imaginé en mi vida.
ALIENTO GAUCHO. Al día siguiente de que la Corte Suprema reabriera el caso, la noticia dio la vuelta al mundo. Con fecha 9 de julio, la señora Cristina Bernasconi, madre de una de las víctimas de la discoteca Cromañón de Buenos Aires en Argentina, donde un incendio en 2004 mató a 194 jóvenes convirtiéndose en una de las más grandes tragedias de la capital porteña, escribió a los deudos de Utopía. “Ustedes tienen la misma fuerza que nosotros, no se paralizaron, siguieron este arduo camino para llegar a la justicia, este es el fruto de todo lo realizado porque lo han hecho por amor a sus hijos”, los felicitó quien se identificó como la madre de Nico Landoni, que murió a los 22 años.
La alegría es contagiada pero también calma a los familiares. La señora Amalia Tomasevich y su esposo Eduardo Majluf, de 86 años, quien desde 2007 está en un tratamiento contra el cáncer, afirma: “Espero que los castiguen. Lo peor que le puede pasar a uno es perder un hijo. Él era nuestra esperanza. Dime si nuestra lucha no es justa cuando nos han quitado lo mejor de nuestras vidas”, dice el padre de la víctima. En tanto, su esposa Amalia muestra las fotos del cumpleaños de su hijo, de su primera comunión, en la confirmación, con la abuela, otra en Paracas, su libreta militar, su brevete...
La esperanza también es compartida por la señora Ruth García Rosell, viuda de la Llave, quien perdió a su hijo Flavio Renato, que tenía 28 años, y también a su esposo hace seis años. “Que reabran el juicio me hace sentir más recompensada. Mi hijo y esposo aún viven conmigo. Ya van once años que estoy esperando justicia y a la expectativa de lo que pueda pasar para tener paz y tranquilidad”, cuenta quien este sábado 20 de julio asistirá a iglesia Santa María Reina, donde con una misa recordará un nuevo año de la tragedia.
“La única lucha que se abandona es la que se pierde”, han dicho los padres de las víctimas en reiteradas ocasiones. Cuando han rezado, orado y hasta entonado el que consideran el himno de sus vidas: la canción de René Haro No más utopías, que habla de la fortaleza y la búsqueda de justicia. Han transcurrido once años, cuatro mil noches de sueños postergados. Tanto tiempo con sentimientos que las palabras no alcanzan a explicar. Que la espera no sea en vano.