La música junto al brindis y los sentimientos de nostalgia y recuerdo se confunden en el cementerio municipal de Pocollay, en medio de una multitud de deudos que rinden un homenaje póstumo a sus seres queridos en el día de los muertos.

Las costumbres priman sobre cualquier prohibición existente o incomodidad que pueda causar a los demás, y solo importa pasar unos momentos en familia, unidos bajo una misma causa: el familiar que partió al mas allá por alguna u otra circunstancia.

Sin duda alguna, el folklore dejado por nuestros antepasados seguirá por muchas generaciones más.

NIÑOS. La pobreza y la necesidad de tener ingresos propios hace que los niños, en su mayoría de los cinturones de pobreza, ofrezcan agua a las familias. Algunos más ingeniosos que otros añaden a sus servicios, el tarrajeo de las tumbas por precios de 3 a 5 soles, que en algunos casos es "aprovechado" por algunas personas que sin considerar su condición de los niños, los apuran.

DISCAPACIDAD. A pesar de su dificultad para caminar, Doña Juana Calisaya (76) viajó más de 8 horas desde la ciudad Puno solamente para estar junto a sus familiares y visitar la tumba de aquella persona que dejó un vacío en su corazón, hace más de un año. La anciana mujer junto a sus hijos le rezaron y le colocaron ramos de flores.

MÚSICA. Como es habitual, la música y los instrumentos no faltan en este tipo de celebraciones y son condimento especial para hacer una conexión con los muertos, a quienes -según ellos- gustan del sonido de la música.

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