A las ocho de la mañana del jueves 19 de junio de 1986, el capitán de corbeta AP Luis de la Jara recibió la orden de tratar de ingresar al Pabellón Azul de la isla penal El Frontón, donde los internos por terrorismo se habían amotinado con armas de fuego. Primero arrojó granadas de fusil, pero la puerta estaba reforzada desde adentro con metales y colchones. Ante ello, se acercó para abrirla manualmente, pero desde el segundo piso recibió un tiro en el pecho.
El proyectil de calibre 7.62 milímetros disparado por un senderista con uno de los fusiles arrebatados a los agentes de la Guardia Republicana que custodiaban el penal, atravesó el chaleco antibalas del infante de marina, perforó parte de su intestino, le rompió el hueso iliaco (cadera) y salió por la parte superior del glúteo derecho. El tiro vino de arriba hacia abajo, con el fin de evitar la entrada de la autoridad hacia el penal tomado por los amotinados.
Al tratar de ingresar al Pabellón Azul, al lado del comandante De la Jara se encontraban el técnico tercero AP Edilberto Jiménez y el oficial de mar primero AP Carlos Palomo, quienes al ver a su jefe herido lo colocaron contra la pared del edificio, donde le quitaron el chaleco para que pueda respirar y luego de unos segundos lo llevaron casi a rastras hacia la orilla de la playa, donde había una zona aparentemente segura, todo esto en medio de los disparos.
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“Mis compañeros me echaron cerca de la playa, uno se puso cerca de mi cabeza y el otro de los pies, pero de ahí vino lo peor, pues nos seguían disparando desde arriba”, relata el comandante De la Jara, hoy capitán de fragata en retiro, quien días atrás volvió luego de 31 años al lugar donde casi pierde la vida por el disparo de uno de los terroristas que protagonizó el motín de la isla El Frontón, mientras en Lima se reunía la Internacional Socia lista.
De la Jara afirma que luego vino lo peor, porque a los pocos minutos que estaban en un lugar aparentemente seguro, otra bala mató al técnico Jiménez, quien lo acababa de salvar al pie del Pabellón Azul. “Fue un balazo en la cabeza, murió en el acto”, dijo el marino, quien segundos después vio cómo otro tiro hirió a Palomo, el tercero de su grupo. El proyectil le entró y salió, de forma lateral, por la parte superior de la espalda cuando fue a ver a su compañero fallecido.
“Estábamos bajo fuego y no podían entrar a rescatarnos. Yo estaba herido junto a Palomo y Jiménez, al que apodábamos ‘Canito’, había fallecido. Trataron de enviarnos enfermeros navales para que nos estabilicen, pero las balas lo impedían, hasta que uno logró llegar. Lo único que hacía nuestra gente era disparar hacia las troneras de donde nos atacaban. Era una forma de protegernos”, recordó De la Jara, quien había perdido abundante sangre.
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Como a 100 metros de distancia, en un lugar seguro y disparando contra los atacantes del Pabellón Azul se encontraba el teniente segundo AP Carlos Tello, hoy contralmirante en retiro, a quien dieron la orden de entrar a sacar al comandante De la Jara y al oficial de mar Palomo. El encargado de acompañarlo en esa misión era el técnico segundo AP Toribio Dioses. Debían correr por el borde de la playa para llegar hasta el punto donde estaban sus dos compañeros.
“He corrido junto con Dioses, mientras nuestra gente nos cubría. Una vez que llego donde los heridos, una bala de fusil me ha rozado la cara, otras tres cayeron muy cerca”, dijo Tello, quien años después, como capitán de fragata a cargo de la Unidad Especial de Combate de la Infantería de Marina, fue el responsable de colocar los explosivos en los pisos de la residencia del embajador de Japón para iniciar el rescate de los 72 rehenes del MRTA.
Ahora venía lo más complicado: sacar al herido. “Tomé al comandante de los pies y Dioses lo agarró de los hombros, y hemos comenzado a correr por donde vinimos. Nos disparaban y las balas caían a nuestros pies, por eso los tres nos hemos caído al suelo dos veces. Corríamos sin nosotros poder disparar. Yo veía que los tiros caían por todos lados, no sé cómo ninguno nos cayó, tuvimos mucha suerte”, indicó Tello a Correo en la isla El Frontón.
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De la Jara afirma que en ese momento se encontraba en la isla el viceministro del Interior, Agustín Mantilla, quien había llegado en un helicóptero que sirvió para evacuarlo sin pérdida de tiempo al Centro Médico Naval, en Bellavista, donde lo salvaron. En total estuvo internado cinco meses ahí, donde fue sometido a dos operaciones en los intestinos. Luego fue enviado ocho meses a Estados Unidos, donde tuvo otras dos intervenciones en la cadera.
Tanto De la Jara como Tello señalan que ellos recibieron la orden de acabar con el motín terrorista sin que previamente haya habido un trabajo de inteligencia que les permita saber con qué se iban a enfrentar. “No teníamos ninguna información. Nos dijeron que entremos al Pabellón Azul y eso tratamos de hacer”, dijo el marino que fue herido en el pecho por los senderistas.
Dos horas antes de rescatar al comandante De la Jara, al iniciar las operaciones, el teniente Tello intentó hacer un acercamiento al Pabellón Azul junto al experimentado técnico segundo AP Marino Palacios, quien recibió un balazo y murió en el acto. “Falleció en mis brazos; fue nuestra primera baja ese día”, señaló el oficial, quien añadió que el tercer muerto, ya en horas posteriores, fue el alumno Marco Ramírez. La Marina perdió a tres de sus hombres ese día.
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Por el rescate de De la Jara, el teniente Tello y el técnico Dioses recibieron la Cruz Peruana al Mérito Naval por Acción de Armas Distinguida, la misma que años más tarde le fue entregada nuevamente al oficial por su trabajo en la operación Chavín de Huántar. “Tengo dos condecoraciones por combate contra el terrorismo, pero también dos juicios”, dijo el marino que ya de contralmirante fue herido en la espalda, mientras se encontraba en una misión en el VRAEM a bordo de un helicóptero.
El contralmirante Tello actualmente afronta un juicio por el caso El Frontón. Lo acusan de fusilar reclusos rendidos. Él asegura que las ONG y la izquierda han hecho una “leyenda urbana” sobre el caso. “Esto fue un combate, tuvimos tres muertos y 20 heridos graves. A mí me han disparado de todos lados. Yo no he fusilado a nadie. Los muertos fueron en combate”, sostiene el oficial.
Reconoce que el Pabellón Azul fue demolido por los explosivos colocados por la Marina para ingresar a restablecer el orden, pero afirma que eso se debió a que debajo de la estructura los senderistas habían construido túneles. “Una vez que volaron las cargas, el edificio se asentó porque abajo estaba lleno de huecos. No es que los hayamos bombardeado como dicen las ONG”, recuerda Tello, para quien se pide una condena mayor a la que purgaron los terroristas Martha Huatay o Peter Cárdenas Schulte.
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Señala que luego de las misiones que tuvo el día 19 de junio, se retiró de la isla y que horas después volvió para retirar las decenas de cadáveres de reclusos que se encontraban bajo los escombros del Pabellón Azul. “Yo he sacado los cuerpos y se han hecho las actas”, finaliza Tello, quien al momento de los sucesos de El Frontón tenía apenas seis meses como infante de marina. “Hace cuatro años me he retirado como contralmirante enfrentando al terrorismo y sigo enjuiciado”, agregó.
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