Una semana antes de su muerte, Alan García mostró vivo interés por conocer cómo era la prisión presidencial de la Diroes (En Vitarte) y tenía lista, debajo de su cama, una maleta de viaje, de mano, con varias mudas de ropa, un par de libros, sus pastillas para el colesterol y un crucifijo, rememora en este diálogo Ricardo Pinedo, su leal secretario personal.
Usted anunció la muerte de García diciendo “ha muerto el presidente Alan García ¡Viva el Apra! ¿Ha logrado sobrevivir el Apra?
Sí, pero de una manera bastante difícil. Con la ausencia han surgido los pequeños enfrentamientos, celos por una herencia política. Cinco años después yo considero que hay unidad a pesar de todo porque no hay una facción disidente. Discrepancias hay como en todos los partidos. Yo creo que va a ser muy difícil el surgimiento de un líder de la altura de Alan García. Los liderazgos no se improvisan de un momento a otro. Debemos tomar la lección de nuestros compañeros líderes cuando falleció Haya de la Torre. Tuvieron la inteligencia de sentarse alrededor de una mesa y al no haber un liderazgo de peso tuvieron la inteligencia de ponerse de acuerdo.(...) Si oteo a alguna figura que se perfile con un liderazgo para sacar al Apra de la situación en que está, yo diría que no hay.
Alan le confió a usted, tres meses antes de su muerte, un sobre lacrado para ser entregado a sus hijos; ¿qué ocurrió con esa carta?
Él me entrega la carta a pocas semanas de dejar la embajada de Uruguay. No dijo entregue este sobre a mis hijos cuando yo me mate. Solo dijo este sobre es para mis hijos. Y punto. El día de su muerte todos estuvimos muy atareados. Fui al partido a preparar el velatorio, tenía yo un día y medio sin dormir. Yendo a mi casa me acordé del sobre, lo recuperé y lo entregué a Alan Raúl. Se reunieron todos los hermanos en privado para leerlo. Era la carta de despedida que Luciana leyó frente al féretro de su padre. Allí explicaba el por qué de su acto.
La última semana antes de su muerte Alan lo invitó dos veces a su casa; ¿qué pasó?
Había muchos rumores de que iban a detenerle. El me llamó un lunes y me dijo vengase a tomar un lonche. Nos quedamos conversando varias horas, luego me dijo que podía quedarme a dormir. El miércoles ocurrió lo mismo. Tomamos una cerveza mientras veíamos televisión. Ahí es que pregunta cómo era el penal de la Diroes, donde estaba preso Alberto Fujimori. Cuando Fujimori iba a ser encarcelado en la Diroes me dijo “yo soy hijo de un preso político y no quiero que al señor Fujimori lo humillen”. Le dijo a Alva Castro que no se filtre una sola foto enmarrocado, y así fue. Le describí que era como un hotel de provincias. Yo, en mi interior, me dije “lo está pensado”: la posibilidad de ser detenido y estar ahí. Por algo me preguntaba. Y el día de su muerte, fui a la casa a recoger un terno para vestir el cadáver y debajo de la cama encontré su maletín de viaje, de mano, con varias mudas de ropa, sus pastillas para el colesterol, un par de libros y un crucifijo. Por eso yo creo que lo pensó.
El disparo en la embajada de Uruguay ¿fue un intento de suicidio de García?
No. Fue un disparo casual cuando preparaba sus cosas para abandonar la embajada de Uruguay. La herida fue en la mano izquierda cerca del dedo meñique. Yo estaba en la embajada cuando se escuchó la detonación y corrí al segundo piso. Alan sangraba. Le puse un torniquete y lo llevé a mi casa y mas tarde lo atendió un médico. Nadie se suicida disparándose en una mano.
Luis Nava y Miguel Atala dijeron en la Fiscalía que habían canalizado dinero corrupto hacia las cuentas de Alan, ¿qué tiene que decir?
Tras cinco años de investigaciones ninguna de las versiones que dio, sobre todo el señor Nava, contra Alan García se han podido comprobar y demostrar o que ayuden al esclarecimiento de la investigación. Sin embargo, ni uno está en prisión. Nava y Atala están libres.