Recibir la noticia de que se sufre una enfermedad como cáncer puede resultar devastador para quien la padece, pero en el caso de los niños, el impacto negativo es mucho mayor.

Desde muy pequeños los niños pueden notar los cambios producidos a raíz de la enfermedad, pero es a partir de los 9 años que empiezan a ser consientes de la gravedad de la misma y surgen preguntas como “¿Me voy a morir?”.

La psicoterapeuta y psicooncóloga Claudia Bernales explica cuáles son los efectos psicológicos en el menor y el tratamiento que debe recibir junto con sus padres.

Efectos

“Cualquier niño con este tipo de diagnóstico que experimente dolor físico por cateterismo, puesta de vías, restricciones en la alimentación, no poder asistir al colegio, desfiguración física por alopecia, etc., y que no ha tenido contención familiar y/o información previa de las situaciones mencionadas, es probable que desarrolle ansiedad, miedos, aislamiento, falta de sueño o apetito, regresión y problemas de adaptación al centro de salud. Esto repercute en los padres, porque el ver a su hijo en esta situación también los golpea emocionalmente”, señala la doctora Bernales.

Tratamiento

Este puede comenzar junto con el diagnóstico del niño, con la finalidad de ofrecer contención y pautas de afrontamiento. La doctora Bernales explica que una de las técnicas usadas en consultorio como parte del tratamiento es la realidad virtual, que con imágenes agradables descentraliza la angustia y malestares físicos del menor producto de la quimioterapia o el post operatorio. Además, se practica el mindfulness, dirigido a adolescentes y padres, que permite reconocer lo que está sucediendo aceptando la enfermedad. Asimismo, se emplean muñecos caracterizados, que presentan alopecia, vendajes o muletas, lo que reduce la angustia del niño al ser representado por algo. Esto le permite comprender mejor la situación.

En etapa terminal

Cuando el tratamiento médico no ha tenido éxito, surge una situación aún más complicada. “El tramo final de la vida de un niño es un momento inexplicable para los padres. Hay que trabajar muchísimo con ese dolor. Es vital poner adelante el tiempo de calidad. Existen muchos médicos que apoyan que el niño vaya a su casa y esté rodeado de afecto, de sus pertenencias, de sus padres. Esta es una idea que alivia enormemente a la familia y al niño”, resalta la doctora Bernales.