¿Qué padre de familia no ha tenido problemas con la alimentación de su hijo? Que tiren la comida, que digan que no les gusta las verduras, que quieren tomar solo agua y que no quieran tomar la leche puede ser cosa de todos los días y convertirse no solo en un problema nutricional sino también sicológico por los malos ratos que esto puede ocasionar.

Los casos suelen ser diversos porque muchas veces el problema no es solo de los menores sino que también existe una obsesión por parte de los padres para que los niños terminen toda la comida que se les ha servido y si no lo hacen, significaría que no han comido bien y que se pueden enfermar. Pero, ¿qué tan cierto es esto?

Cambios alimenticios. "Mi generación tenía la mente de que no se debía dejar nada en el plato y así asustaban a los niños, es por ello que muchos padres tienen esa idea", comenta el doctor Benny Kerzner, pediatra que participó del conversatorio de Dificultades de Alimentación en Niños que organizó Abbott Laboratorios.

El especialista señala que también hay muchas madres que se asustan y tienden a empeorar el problema, por ello es importante el apoyo de los pediatras, quienes deben prestarle atención.

"Cuando ellas dicen que hay un problema es que hay un problema y hay que escucharlas. Si no lo hacen, el tema podría empeorar porque el niño podría estar bien, pero ella seguirá creyendo que no lo está", señala Kerzner.

Problemas en la mesa. Suele suceder que cuando la madre más persiste e insiste con introducir la cuchara con la comida en la boca del bebé o el niño, este se rehusará más a aceptarlo.

"En la mayoría de los casos los problemas son más de comunicación y rebeldía que de desorden alimenticio", indica el especialista, quien afirma que en estos casos hay poco afecto y mucha actitud controladora por parte de los padres y eso debería cambiarse.

Ellos también deben saber que es importante tenerles paciencia a los niños porque hay algunos que son selectos, por lo que se les debe dar a probar nuevas cosas de a pocos. Este grupo suele tener lo que se conoce como la neofobia, miedo a lo nuevo y por ello se les debe dar a probar los nuevos alimentos unas 10 a 15 veces, de cuando en cuando, y en cantidades menores.

La recomendación es darles de comer de forma normal por un tiempo determinado y no insistir hasta la siguiente comida. Si entre una y otra comida el menor afirma que tiene hambre no se le debe dar nada para que llegue a la comida con apetito.

Hay algunos casos en que el pequeño necesitará de una fórmula complementaria, pero Kerzner indica que esto dependerá del pediatra, del peso y la edad del menor y sobre todo si es que tiene algún tipo se enfermedad en particular.

Intente con una nueva forma de educación alimenticia para beneficio de usted y sus hijos.