La salud emocional es un factor muy importante que debe atenderse desde los primeros años de vida de una persona, ya que sienta las bases para su bienestar y su desarrollo integral a lo largo de toda su vida. Aunque para muchos esta es una etapa de la vida en la que se presta más atención a las necesidades físicas y de cuidado básico, también se debe priorizar este aspecto, ya que impacta directamente en la capacidad a futuro de la persona para enfrentar los desafíos y disfrutar de una vida plena y satisfactoria.
En el Perú, a mayores niveles de estrés, ansiedad y depresión en madres o padres, su hija o hijo tiene entre 9% y 16% más probabilidades de presentar problemas en su salud emocional. Así lo evidencia la investigación “Factores asociados a la salud emocional infantil”, realizada por el Laboratorio Social de la Fundación Baltazar y Nicolás a raíz del análisis de los resultados de la ECIC-19, en su séptima ronda.
La salud emocional de madres, padres y cuidadores, resulta siendo clave en la vida de las personas; cómo lo señala el Centro de Desarrollo Infantil de Harvard. “Una salud mental sólida proporciona los cimientos esenciales de estabilidad desde la habilidad para enfrentar adversidades hasta el logro de éxitos en la escuela, el trabajo y la vida en la comunidad”, señala Rommy Rios Gerenta de la Fundación Baltazar y Nicolás, quien enfatiza que la salud emocional marca la diferencia en la vida de un niño desde una edad temprana. Por ello, resulta importante la calidad de las interacciones familiares, generar un entorno positivo alrededor del niño y la forma en que se manejan las emociones en el hogar, cómo factores determinantes en su bienestar emocional.
“Los niños son muy receptivos a las señales emocionales que reciben de sus padres, por lo que si estos están experimentando altos niveles de estrés, ansiedad o depresión, es probable que los niños también se vean afectados y lo manifiesten tanto en conductas internalizantes como externalizantes” detalla Ríos.
En el largo plazo, la exposición a un entorno emocionalmente inestable en la infancia puede tener efectos duraderos en la salud mental y emocional de los niños, aumentando el riesgo de problemas como la ansiedad, la depresión, los trastornos de conducta y las dificultades en las relaciones interpersonales en la adultez, agrega la vocera.
En ese contexto, el estudio también revela que el 59.7% de niños y niñas con problemas emocionales se muestran miedosos o nerviosos, y que el 77.4% manifiestan irritabilidad, caracterizada por comportamientos como quejarse, demandar o hacer berrinches.
Ríos sostiene que es fundamental abordar estos problemas emocionales desde una perspectiva integral, que incluya tanto el apoyo emocional directo a los niños como el fortalecimiento de las habilidades de afrontamiento de los padres. Esto puede implicar la implementación de programas de apoyo psicológico para las familias, el fomento de entornos familiares seguros y amorosos, y la promoción de estrategias de afrontamiento saludables para lidiar con el estrés y la ansiedad.
Cabe señalar que este estudio se basó en datos recopilados durante la 7ma ronda de la Evaluación Continua del Impacto de la COVID-19 en niñas y niños menores de 6 años (ECIC-19) en el año 2021. Además, se realizó a través de un análisis denoscriptivo y econométrico y que se consideraron principalmente las características sociodemográficas de los niños, las características sociodemográficas y de salud mental de la madre y/o el padre, y las características del entorno.
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