A sus 83 años, don Alberto Quintanilla aún escucha el sonido de los metales. Su mente lo transporta décadas atrás para posicionarlo en el momento en el que veía bailar a un grupo de danzantes de tijeras al ritmo de un violín en Cusco.
Este recuerdo se ha materializado en esculturas y pinturas, en su trabajo; es su propio ritual, como el de aquel danzante, al cual llama “Allinta Yachay” (“Aprende bien” o “Aprende lo bueno”).Esta exposición es una manifestación de su vida, de sus fantasmas, de todas aquellas historias que la mitología peruana le dio para expresar sus sentimientos.
En su estudio, el artista baila con sus instrumentos. La tonada no parece del todo alegre. No hay fiesta. “Lo que pasa es que en el Perú están pasando cosa graves. El Gobierno que tenemos transforma todo aquí. Muertos, corrupción, ladrones. No voy a pintar margaritas, voy a pintar mis fantasmas. Es todo lo que siento. Este accidente (Pasamayo) que ha pasado es lamentable”, sostiene Quintanilla sobre la impresión de demonios en los rostros de varias de sus pinturas.
Sin embargo, su trabajo es puro, personal. Tan propio como nuestra cultura, la cual, recalca el artista, le pertenece. “Antes que cusqueño, soy peruano. El Perú me pertenece. Por ello veo la variedad de imágenes y las comparto. Las representaciones, el tratamiento de los materiales en nuestra cultura, se han impuesto en el mundo”, explica Alberto, cuyas pinturas y esculturas han recorrido varios países de Europa.
ARTE EN MOVIMIENTO
Su poesía está escrita en colores cálidos y fríos, óleo, metal y residuos orgánicos. Las imágenes parecen salir del cuadro por el estilo que usa para darles movimiento.“El movimiento es primordial. Cuando entré a hacer arte me dijeron que las pinturas parecen salidas del espacio. La escultura sale ahí. Las dos caras tienen un motivo, parecen una provocación. Yo mismo lo hago. Trato de resolver problemas cuando creo algo”, detalla Quintanilla.Con su arte, Alberto actúa. Sabe que no vivirá para siempre, pero es probable que su trabajo perdure más que él. Es por ello que busca darle un mensaje a quienes lo observan. Trata de mostrarle al público sus tentaciones.“Cuando trabajo uso el corazón, el estómago y el sexo. El cerebro sirve para equilibrar esas tres cosas. Si el hombre no se controla, no lo hará con otra persona. Este país es un reflejo de lo que nos pasa. Cada día es una tentación. Todo lo que veo es atroz. Lo que pasa es que no nos vemos en un espejo. Este país está en plena frustración”, comenta.