Raúl Tola: “No hemos comprendido la dimensión de Pachacutec” (VIDEO)

ha regresado al Perú para presentar La favorita del Inca, una novela policial que se sumerge en lo más humano del Imperio incaico.

Con una prosa que se amolda a la naturaleza y al habla de la época, el periodista muestra en otras dimensiones a Pachacutec y a su hijo Túpac Yupanqui, además de darle la condición de detective a Amaru, un chasqui que no solo se maneja como parte del sistema de comunicación de los incas, sino como un perspicaz personaje que tiene mucho que revelar en la historia.

Agradeces a María Rostworowski porque su libro Pachacutec fue fundamental para tu novela. ¿La lectura de ese libro fue un disparador? 

Esta novela la comencé a escribir en un momento muy particular, de muchas decisiones, justo antes de que nos fuéramos de manera definitiva a Madrid con mi familia, y para afrontar esos cambios cogí un cuaderno que me había regalado mi padre en mi cumpleaños y comencé a escribir. Traté de no hacer una investigación muy extensa como antes y me concentré en el libro de María Rostworowski, que debería ser canónico para los peruanos, porque ahí se presenta una personalidad extraordinaria: la de Pachacutec, un genio de su tiempo.

No se valora tanto la imagen de Pachacutec... 

Nosotros no hemos llegado a comprender la dimensión de Pachacutec. La apropiación por parte de Alejandro Toledo no ha ayudado mucho, la ha terminado caricaturizando e incluso bastardeando un poco con lo que ha pasado ahora. Deberíamos valorar a Pachacutec en su real dimensión: es una figura histórica como Julio César o Alejandro Magno. Pero no hemos terminado de comprenderlo por falta de información, a veces, y también por un poco de menosprecio por la cultura andina.

¿El espía del Inca, de Dumett; La Perricholi, de Cueto, y ahora tu novela pueden ser formas de traer a la actualidad partes de nuestra historia a puertas del Bicentenario?

Eso es importantísimo. El Bicentenario tendría que ser un motivo para adentrarnos en nuestra historia y conocer mejor nuestro país, preocuparnos más por sus problemas y hacer mayores esfuerzos por solucionarlos. Los historiadores tendrían que salir también de su castillo de mármol, de la academia, y tratar de hacer un trabajo de mayor difusión.

Volviendo a tu libro, no solo muestras el poder del Inca y su gobierno, sino que también hablas desde sus miedos, amores, dudas... 

Porque son humanos. Ese es otro problema que enfrentamos por la forma en que se nos enseña la historia. Los incas para nosotros son unos personajes que están en las láminas Huascarán o son los personajes de cartón piedra, que no sudan, no sufren, no se equivocan, no tienen sexo. Esa es una tarea que le compete tanto a la historia como a la ficción, tal vez más a la última porque puede desarrollar y tomarse licencias que la historia no.

El Bicentenario tendría que ser un motivo para adentrarnos en nuestra historia y conocer mejor nuestro país

¿Explorar este pasaje de nuestra historia te cambió la forma de entender el país?

Me ha cambiado la forma de ver el Perú y me ha hecho comprender las dimensiones que tuvo el Imperio incaico: una gran revolución de la época que estuvo muy bien pensada, planificada, que tuvo muchísimos errores, que enfrentó muchos problemas, que también fue muy cruel. Me ha hecho sentirme muy orgulloso de esa historia, sentir mucha pena que no lo tengamos muy presente. Y esfuerzos como el de Rafael Dumett, Alonso Cueto, el mío, humilde, tendrían que multiplicarse para apuntar al Bicentenario, comprendiendo mejor de dónde provenimos, de dónde salen nuestras raíces, y poniendo en valor no solo nuestra gastronomía: tenemos un pasado muy potente que tendría que estar incorporado en nuestra identidad.

¿Cuánto te ayudó la distancia física para escribir tu novela? 

Mucho. Yo no lo sabía. Yo me fui por una gran curiosidad, unas grandes ganas de vivir la aventura europea como lo habían vivido los escritores que había admirado desde que era un joven universitario: Vargas Llosa, Bryce, Ribeyro. Han pasado seis años y me pregunto y pienso en lo que ha pasado conmigo; descubro que he vivido un gran proceso de transformación, que muchas de las cosas que me gustaban del país las veo diferentes, que muchas cosas que no me gustaban de mi país de pronto cobran una dimensión diferente gracias al contraste con esa realidad europea. Al final de este viaje en Europa y que probablemente se prolongue, he confirmado que a mi país lo puedo querer y odiar al mismo tiempo, pero ese odio y ese cariño se resumen en un profundo amor.

¿Has pensado en volver a la televisión?

He pasado ya dos años sin hacer televisión en el Perú, después de haberlo hecho muchísimo tiempo. Me ha hecho distanciarme de las cámaras y tener una vida un poco menos expuesta, menos notoria, en un país donde no me conoce nadie. Por supuesto que me gustaría volver a la televisión, pero habría que ver en qué proyecto.

Ahora la política está muy movida con los casos de corrupción… 

Hay muchas cosas por hacer gracias a la corrupción de la política, a lo complejo que es este momento por el caso Odebrecht y por el conflicto entre el Legislativo y el Ejecutivo, un conflicto que pocas veces se ha visto en la historia de nuestro país. Vamos a ver si ahora Salaverry consigue que Kenji vuelva al Congreso, lo que le restaría tres curules más a Fuerza Popular. Estamos viviendo un permanente momento de definiciones. No es tan vertiginoso como en el año 2000, cuando el país cambiaba cada dos horas con la caída del gobierno de Fujimori. Pero es muy vertiginoso. Las cosas más absurdas, disparatadas, locas, puedan considerarse como posibilidades y se puedan materializar. Pero ese es un gran material para hacer periodismo, televisión. 

Perfil

Raúl Tola, escritor y periodista

Nació en Lima. Estudió Derecho en la PUCP. Ha colaborado en diarios y conducido programas de televisión. Publicó Flores amarillas, La noche sin ventanas, entre otros libros.