Con una hacha en la mano, Gunvor Storaås talla con paciencia un enorme tronco de madera balsa traído desde Guayaquil. A pocos metros, Pal Borresen carga una plancha de juncos mientras monitorea la llegada del mástil de su nave, que se levantará 15 metros sobre la cubierta. Todo el lugar huele a madera fresca y desde cada esquina llegan los ruidos de martillos, sierras y más hachas, cargadas por recios navegantes.
Hemos llegado a las instalaciones del Sima-Callao, astilleros que dan mantenimiento a la flota de fragatas misileras de nuestra escuadra, donde se levanta el esbelto casco del velero Unión. La vista de grúas de pórtico y el olor de la soldadura autógena sobre el acero y los remaches contrastan vívidamente con dos naves que parece que han viajado en el tiempo.
Es curiosa la mezcla de pasado y futuro, como también lo es la mixtura que rodea la creación de estas dos embarcaciones, balsas gigantes hechas íntegramente de madera. Ambas, gemelas, la “Túpac Yupanqui” y la “Rahiti Tane”, se vienen ensamblando en el Sima por manos vikingas.
No es una exageración. Desde Noruega llegaron hasta el Callao artesanos encargados por generaciones de construir las Draken Harald Hårfagre, las naves dragón con las que los reyes vikingos atravesaron el Mar del Norte, el Atlántico y llegaron desde Escandinavia hasta Norteamérica.
EL INCA NAVEGANTE. El que una de las balsas lleve el nombre del gobernante inca no es capricho. “Hay estudiosos en historia que sostienen que hay ciertos indicios que demostrarían que Túpac Yupanqui pudo llegar hasta Oceanía, opinión que el navegante noruego Thor Heyerdhal quiso demostrar con su expedición a bordo de la Kon-tiki, que era una balsa construida con técnicas similares empleadas por los antiguos peruanos utilizando totora proveniente del lago Titicaca”, refiere el capitán de navío Jhon Rodríguez, historiador náutico.
“Es por eso que escogimos llegar a Rapa Nui y la Isla de Pascua”, refiere Torgeir Higraff, líder de la expedición, denominada Kon-tiki 2, en honor a Thor Heyerdahl, quien a bordo de la balsa homónima viajó hasta la Polinesia en 1947. “Él zarpó del Callao, como lo vamos a hacer nosotros, por eso estamos trabajando ambas balsas en el Sima. Somos una tripulación de científicos y de artesanos que de forma voluntaria trabajamos todos”, completó.
PELIGRO EN EL MAR. A su vez, Borresen, oficial de seguridad de la expedición, explica que por la naturaleza de la misión, ninguna de las balsas lleva energía eléctrica. Solo habrá algunas baterías para alimentar los -eso sí- modernísimos equipos científicos a bordo. “Esta es una expedición también de ciencia. Mediremos aspectos como la temperatura del mar y el nivel de oxígeno de las aguas. Toda la comunidad científica estará pendiente de nosotros y nuestros resultados”.
Al no tener electricidad, el mayor peligro es la navegación nocturna, por lo que se extreman las precauciones para no caer al agua, situación que podría ser fatal para los 14 expedicionarios científicos.